LA ROCA
Mira
cómo esa negra
roca
ha sido amarrada a mi pecho
con
las cadenas del arrogante destino,
con
las cadenas del absurdo tiempo.
Mira
cómo aplasta
mis
frutos y mis flores,
me
esculpe con el tiempo
y
me destruye con la vida.
¡Déjame!
No podemos vencerla.
Las
cadenas de mi prisión no se romperán.
Permaneceré
en soledad
mientras
el destino sea mi prisión.
Déjame
permanecer
así:
Sin
luz,
futuro
ni
esperanza.
La
roca negra no tiene escapatoria
ni
refugio.
En
vano intento retirar su peso de mi pecho
olvidándome.
¡Cómo
he penetrado en el corazón de la vida
y
he recorrido cada dirección!
Me
he divertido,
he
cantado
en
las fuentes de la juventud.
Dame
mi copa
y
beberé con ansia
hasta
ausentarme del alegre mundo
que
tanto me ha decepcionado.
En
su regazo están mi dolor
y
mi desgracia.
He
huido del
mundo
de mis sentimientos
y
he danzado con
la
agilidad de los pájaros
y
una risa loca. Luego, desde
las
profundidades de mi desesperación,
una
llamada sacude mi espíritu
y
en secreto amenaza:
“No
escaparás.
Estoy
aquí.
No
hay escapatoria
ni
refugio”.
La
sombra de la roca negra traza
figuras
deformadas.
En
vano pretendo huir.
No
hay escapatoria.
¡Cuándo
he explorado la tierra de
la
desgracia!
He
aspirado el elixir del consuelo
en
la miseria de los prisioneros como yo,
prisioneros
del destino.
He
penetrado entre la gente,
donde
están las tragedias
y
las lágrimas,
donde
los látigos silban y caen
sobre
los rebaños humanos,
sobre
las espaldas desnudas
y
los humillados cuellos,
donde
los dóciles esclavos
huyen
en grupos
hundiéndose
en lágrimas,
sangre
y
sudor.
Continué:
busqué consuelo
para
la desgracia
pero
no hay escapatoria.
La
maldición de la negra roca
nació
conmigo
para
ser mi sufrimiento.
Muda,
pegada
a mí,
su
sombra sigue los pasos de mi vida.
Mira
cómo se ha instalado
con
su arrogancia
en
mi pecho.
¡Déjame!
No
podemos vencerla.
Las
cadenas de mi prisión no se romperán.
Mi
espíritu permanecerá
cerrado
y
yo seguiré solo
en
la lucha.
Solo
con
el intenso dolor,
con
el tiempo,
con
el destino.
Solo
con
esta roca negra
aplastándome.
Fadwa
Tuqan
Palestina,
1917
Cuadro: "Vendrá la mañana" de Miguel Oscar Menassa
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