A QUIEN VELA TODO SE
REVELA
Bello
es dormir al lado de una mujer hermosa,
después
de haberla conocido
hasta
la saciedad. Bello es correr desnudo
tras
ella, por el césped de los sueños eróticos.
Pero
es mejor velar, no sucumbir
a
la hipnosis, gustar la lucha de las fieras
detrás
de la maleza, con la oreja pegada
a
la espalda olorosa,
la
mano como víbora en los pechos
de
la durmiente, oírla
respirar,
olvidada de su cuerpo desnudo.
Después,
llamar a su alma
y
arrancarla un segundo de su rostro,
y
tener la visión de lo que ha sido
mucho
antes de dormir junto a mi sangre,
cuando
erraba en el éter,
como
un día de lluvia.
Y,
aún más, decirle: “Ven,
sal
de tu cuerpo. Vámonos de fuga.
Te
llevaré en mis hombros, si me dices
que,
después de gozarte y conocerte,
todavía
eres tú, o eres la nada”.
Bello
es oír su voz: “Soy una parte
de
ti, pero no soy
sino
la emanación de tu locura,
la
estrella del placer, nada más que el fulgor
de
tu cuerpo en el mundo”.
Todo
es cosa de hundirse,
de
caer hacia el fondo, como un árbol
parado
en sus raíces, que cae, y nunca cesa
de
caer hacia el fondo.
Gonzalo
Rojas
Cuadro: "Rebelión de vocablos" de Miguel Oscar Menassa
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