OTRO POCO DE CALMA,
CAMARADA…
Otro poco de calma,
camarada;
un mucho inmenso,
septentrional, completo,
feroz, de calma chica,
al servicio menor de cada
triunfo
y en la audaz servidumbre
del fracaso.
Embriaguez de sobra, y no
hay
tanta locura en la razón,
como este
tu raciocinio muscular, y
no hay
más racional error que tu
experiencia.
Pero, hablándolo mas claro
y pensándolo en oro, eres
de acero,
a condición que no seas
tonto y rehúses
entusiasmarte por la
muerte tanto
y por la vida, con tu sola
tumba.
Necesario es que sepas
contener tu volumen sin
correr, sin afligirte,
tu realidad molecular
entera
y más allá, la marcha de
tus vivas
y más acá, tus mueras
legendarios.
¡Eres de acero, como
dicen,
con tal que no tiembles y
no vayas
a reventar, compadre
de mi cálculo, enfático
ahijado
de mis sales luminosas!
Anda, no más: resuelve,
considera tu crisis, suma,
sigue,
tájala, bájala, ájala;
el destino, las energías íntimas,
los catorce
versículos del pan: ¡cuántos
diplomas
y poderes, al borde
fehaciente de tu arranque!
¡Cuánto detalle en síntesis,
contigo!
¡Cuánta presión idéntica,
a tus pies!
¡Cuánto rigor y cuánto
patrocinio!
Es idiota
ese método de
padecimiento,
esa luz modulada y
virulenta,
si con sólo la calma hace
señales
serías, características,
fatales.
Vamos a ver, hombre;
cuéntame lo que me pasa,
que yo, aunque grite,
estoy siempre a tus órdenes.
César Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario