LA TARDE
La tarde solitaria está en tus manos
como una flor ajada y tu no sabes
que hacer con ella.
Llegas, coges un momento
un libro; casi no lo abres.
En un papel escribes unos versos
que luego rompes. Das vuelta a la llave;
la claridad daña tus ojos, otra
vez apagas la luz. Algo en la calle
asusta: acudes al cristal, no miras
siquiera. Tornas a sentarte.
¿Es el reloj el que golpea o es
tu corazón sintiéndose distante?
La tarde solitaria es una lenta
arena que resbala. Esparce
su polvo silencioso por las cosas
tornándolas inciertas, vacilantes.
Es igual que la vida esta desierta,
esta tediosa y amarilla tarde,
lo mismo que una flor en nuestras manos
sin saber cómo ni para qué nadie.
Sólo sabemos que antes hay un río
que ciega y luego un mar de sombras se abre.
Cuanto queramos realizar habremos
de hacerlo en esta vida, en esta tare.
No hay otra tregua ni otro campo ni otra
Realidad. No pretendas más verdades.
Toma esta pobre flor ajada y dime
--estamos vivos—si no es aún fragante.
Leopoldo de Luis
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