EL ÚLTIMO ADIÓS
Es ese triángulo
interminable de vastedad
que aprisiona la intransitable
voz en la garganta,
son las palabras
las que apuntan con el
fusil quebradizo de la muerte.
Y sigo ahí,
invencible en la ironía de
la cavidad del muerto,
deambulando como si nada
fuese pequeño,
como si la sombra
congelase el mecanismo de
un último adiós.
Camino con destreza
con el alma rota,
con los dedos ensangrentados
por la tristeza de tu nombre,
vulnerable al aire que
entumece los deseos de un corazón
de hielo,
presa de una realidad
incierta.
Contemplo los sonidos agudos
de tu boca
y con sensatez asiento en
la obstinación,
en el yerro del deseo,
sin delimitar ni un solo
recodo de esta habitación,
donde el final me nombra
en el silencio.
Pagamos un precio
por la derrota de los
muertos,
y sin embargo, tú olvidarás,
que un día te amé.
Esther Núñez Roma
De "Nombre de mujer"
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