martes, 19 de junio de 2018

EL ÚLTIMO VIAJE DE LÁGRIMA VESTIDO - Carlos Fernández del Ganso


EL ÚLTIMO VIAJE DE LÁGRIMA VESTIDO


Me gustaría escribir
un poema donde poder llorar.

No es honrado, viajar en lágrimas
la sed de tantos náufragos.

Pero hoy,
exactamente ahora,
en este justo instante,
podría llorar,
bajo las aguas eternas,
unir dulce y salado en la mejilla,
o en un pañuelo delicado
de hombre y turquesa.

N es lícito, amar tanto,
amar la espalda
y la vida en una gota de añil,
oler, el alcanfor lejano
de infancias ajenas,
como arena mojada.

Tantos paisajes murieron
sin luz, que no es digno
dar un solo paso
en su cuerpo de alcoba,
acariciando mi piel.

Perdón, dioses del ocaso,
era superior a mi dicha de
arcano y fortuna,
no pude resistirlo,
no puede alejar mi voz
de su memoria.

Acepto el castigo,
renuncio a llorar, nunca más.
Me volveré argamasa
o árbol ajeno y tronchado,
leña de buque enemigo,
lo que pidan.

Sé, que no debí, desear tanto el abrazo,
que las manos
me las pintaron para matar,
y, desleal, quise alcanzar
las nubes, regalar el azul,
besar de futuro los cuentos
de sombra,
viajar en retaguardia la historia.

Perdón, perdón,
Nunca más, nunca más,
acepto, las flores no las tocaré más.

No pude evitarlo, fue una
debilidad espantosa,
¡son tan bellas!
Y pensé que hablándolas delicadamente
no hacía daño a nadie,
no sabía, perdón,
nadie me dijo que eran frutos divinos,
que un hombre,
no tiene derecho a ser mirado,
por tanto color.
Calabozo sombrío merezco,
celdas sin paredes por mi osadía
inmunda.
sin paredes donde escribir, la condena,
sombra y vapor
justa homilía para este pecador.

Nunca más secaré la frente de recuerdos, los llevaré de penitente colgando, como un blefarospasmo.

Eso merezco, un silencio
de cabellos sin espinas,
nada que retorne los rosales
o unos labios hermosos.
Arrancarme las vocales
del nombre,
no sabía, no sabía…

¡Pero no me exime
tamaña idolatría! Os pido
pisar mi sombra y
sepultar por separado mis vísceras.

Era tan hermosa la noche,
tan dulces los botones de su blusa,
tan pechos, mis manos llenas
de pasión, que no pude…

Lo pensé, reconozco
hubo un instante en que pensé,
por ello
el castigo debe ser severo.
No tiemblen al quemar mis ojos,
alta traición, merece un dolor
de fuego en la retina, que se borre todo
que no quede ceniza, ni el horno
que vistió el último viaje,
ni mi nombre de seis letras,
como poesía o muerte.

Carlos Fernández del Ganso
De “Diván de sueños"

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