NAVIDAD
Una
espesa niebla
finge
en lo alto de la montaña
mientras
los copos de nieve
van
cayendo perplejos
anhelando
que el abrazo de un niño
descongele
la sangre de los ríos.
Una
puerta infinita va cubriéndose
hasta
quedarse congelada
y
la llave que abriría el corazón del mundo
permanece
inmóvil de palabras ociosas
que
las leyes impiden ni siquiera mendigar.
Por
las calles pasean tímidos, abstraídos…
seres
indulgentes que quisieran entrar en otra vida
paralizados
por una inverosímil saciedad de tristeza
impotentes
ante la mirada del ciervo que no escapa de su opresor.
Las
luces adornan las casas
de
gentes que viven disfrazadas
que
proclaman libertad
para
aquellos que tan solo se conforman
arropando
con ternura los abrazos rotos
y
cobijar a los vivos.
Entonces
los
muertos que no llorarán jamás
depositan
la carta y enuncian un deseo
a
sabiendas que se perderá entre
noches
eternas de madrugadas,
que
los días están encarcelados en una
única
identidad
y
que el misterio que susurra la espesa
niebla
no se cumple jamás.
El
anciano abandona su posición de niño
ya
no está solo
pues
hoy es Navidad.
Esther
Núñez Roma
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