domingo, 4 de enero de 2015

Poemas del recital 15 de diciembre de 2014


RAPOSA

Inglaterra,
eres la vieja raposa avarienta,
que tiene parada la Historia de Occidente hace más de tres
          siglos,
y encadenado a Don Quijote.
Cuando acabe tu vida
 y vengas ante la Historia grande
Donde te aguardo yo,
¿qué  vas a decir?
¿Qué astucia nueva vas a inventar entonces para engendrar a
          Dios?
¡Raposa!
¡Hija de raposos!
Italia es más noble que tú
y Alemania también.
En su rapiña y en sus crímenes
Hay un turbio hálito nietzscheniano de heroísmo, en el que
        no pueden respirar los mercaderes,
un gesto impetuosos y confuso de jugárselo todo a la última
        carta, que no pueden comprender los hombres
        pragmáticos.
Si abriesen sus puertas los vientos del mundo,
si las abriesen de par en par
y pasase por ellas la justicia
y la democracia heroica del hombre,
yo pactaría con las dos para echar sobre tu cara de vieja
          raposa sin dignidad y sin amor,
toda la saliva y todo el excremento del mundo.
¡Vieja raposa avarienta,
has escondido,
soterrado en el corral,
la llave milagrosa que abre la puerta diamantina de la
       Historia!...
¡No sabes nada!
¡No entiendes nada y te metes en todas las casas a cerrar las
         ventanas
y a cegar la luz de las estrellas!
¡Y los hombres te ven y te dejan!
Te dejan porque creen que ya se le han acabado los rayos a
          Júpiter.
Pero las estrellas no duermen.
Tu imperio es sólo una torre artificiosa de ambiciones
         encadenadas, que se la llevará el viento como las
         cuentas vencidas de un avaro monstruoso. A la larga,
         la Historia es mía, porque yo soy el hombre y tú eres
         sólo un trust de mercaderes.
Vieja raposa avarienta,
has amontonado tu rapiña detrás de la puerta, y tus hijos
         ahora no pueden abrirla para que entren los primeros
         rayos de la nueva aurora del mundo.
Vieja raposa avarienta,
eres un gran mercader.
Sabes llevar muy bien
las cuentas de la cocina
y piensas que yo no sé contar.
¡Sí sé contar!
He contado mis muertos.
Los he contado todos,
los he contado uno por uno.
Los he contado en Madrid,
los he contado en Oviedo,
los he contado en Málaga,
los he contado en Guernica,
los he contado en Bilbao…
los he contado en todas las trincheras;
en los hospitales,
en los depósitos de los cementerios,
en las cunetas de las carreteras,
en los escombros de las casas bombardeadas
(resbalando en la sangre,
tanteando en las sombras y en las ruinas.)
Contando muertos este otoño, en el Paseo del Prado, creí
          una noche que caminaba sobre barro, y eran sesos
          humanos que llevé por mucho tiempo pegados a las
          suelas de mis zapatos.
Los he contado en las plazas y en los parques.
 He visto a un niño con la cabeza rota y doblada sobre su
          velocípedo, en una plaza solitaria, cuando todos
          huían a los refugios.
El 18 de noviembre, sólo en un sótano de cadáveres, conté
          trescientos niños muertos.
Los he contado en los carros de las ambulancias,
en los hoteles,
en los  tranvías,
en el Metro,
en las mañanas lívidas,
en las noches negras sin alumbrado y sin estrellas…
Y en tu conciencia todos ¡Raposa!...
y todos te los has cargado a tu cuenta.
¡Ya ves, si sé contar!

Eres la vieja portera del mundo de occidente…
Tienes desde hace mucho tiempo las llaves de todos los
         postigos de Europa
y puedes dejar entrar y salir por ellos a quien se te antoje.
Y ahora por cobardía
por cobardía  y avaricia nada más
porque quieres guardar tu despensa hasta el último día de la
         Historia,
has dejado meterse en mi solar
a los raposos y a los lobos confabulados del mundo
para que se sacien en mi sangre
y no pidan enseguida la tuya.
Pero ya la pedirán,
ya la pedirán las estrellas.

La Historia es larga,
el hombre eterno,
y tú eres sólo la sombra pasajera de la avaricia.

Oye, Raposa:
Yo soy el grito primero, cárdeno y bermejo de las grandes
      auroras de occidente.
Ayer sobre mi sangre mañanera, el mundo burgués edificó
            en América todas sus factorías y mercados.
Sobre mis muertos de hoy, el mundo de mañana levantará la
           Primera Casa del Hombre.

Y yo volveré,
volveré porque aún hay lanzas y hiel sobre la Tierra.
Volveré,
volveré con mi pecho y con la aurora otra vez.

León Felipe
España 1884 – México 1968

De “Llamadme publicano”

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