Allí, a lo lejos,
en la oscura sombra, viene esa mujer con sus ropas sucias. Harapos de virgen de
madre en penumbra, lejanía que se siente cercana a su tumba.
Nube de polvo que embadurna
la mujer descalza, sin peso, si talla… y que tiñe su duelo de amores soñados,
de viajes contados, de sueños dorados.
Figura de ajedrez
que guarda silencio torreón de incienso, allí encarcelada
Y grito mi nombre
de letras calladas, mi rostro que yace en tus sienes amargas.
Voces sonoras en la
multitud, gritan sin saber que eres tú, sin saber que las palabras hablan,
mientras tu, callada, esperas al alba.
Y dibujo en la
pared, allí doy la cara, valiente mujer apenas tallada.
Y pienso pensarte de una forma humana, abstracto en el viento que nadie conoce, mujer mineral de
voces marcadas.
La pálida ceja de
mi agonía, cerraba los ojos, quería creer que te conocía.
Gritaba a las almas
que vuelan muy alto, por ver si veían a la mujer que canto.
Dime quien eres y
por que me llamas, recoge tus frutos de la tierra santa.
Y lloro de pena,
pregono mi muerte, y apenas me escuchas… Dime tu mujer, si quieres amarte.
Esther Núñez Roma
Integrante del Taller de Poesía Grupo Cero de Alcalá de Henares
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