LA CLASE
Como un niño que en la
tarde brumosa va diciendo su lección y se duerme.
Y allí sobre el magno
pupitre está el mudo profesor que no escucha.
Y ha entrado en la última
hora un vapor leve, porfiado, pronto espesísimo, y ha ido envolviéndolos a
todos.
Todos blandos, tranquilos,
serenados, suspiradores,
ah, cuán verdaderamente
reconocibles.
Por la mañana han jugado,
han quebrado, proyectado
sus límites, sus ángulos, sus risas, sus imprecaciones, quizá sus lloros.
Y ahora una brisa inoíble,
una bruma, un silencio, casi un beso, los une,
los borra, los acaricia,
suavísimamente los recompone.
Ahora son como son. Ahora
puede reconocérseles.
Y todos en la clase se han
ido adurmiendo.
Y se alza la voz todavía,
porque la clase dormida se sobrevive.
Una borrosa voz sin
destino, que se oye y que no se supiera ya de quién fuese.
Y existe la bruma dulce,
casi olorosa, embriagante,
y todos tienen su cabeza
sobre la blanda nube que los envuelve.
Y quizá un niño medio se
despierta y entreabre los ojos,
y mira y ve también el alto pupitre desdibujado
y sobre él el bulto grueso, casi de trapo, dormido, caído,
del abolido profesor que
allí sueña.
Vicente Aleixandre
Cuadro: Charles James Adams
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