UNA
SEMILLA PLANTADA EN LA TIERRA
Nos hayamos despojados en la oquedad
del mundo,
desamparados en la constelación de
las aguas,
cercados por la tiranía del que se
sienta a nuestro lado.
Todo se enturbia al contemplar un
rostro ensimismado…
en un instante, de la semilla
plantad en la tierra
surgen palabras benévolas para
extender un aguerrido escrito.
En la batalla del transeúnte por
el galope de trenes,
la vida nos concede verbos amables
y voces amargas,
caminamos tropezamos
y de nuevo, encontramos el rumbo
para acariciar, besar, dar
pinceladas de amor
a aquellos que se hayan en medio
de la quebrada huella.
Nos dirige un propósito
y en la meta de la ciudad
sumergida
se conquistan tesoros que pulen el
hueco de la esencia.
¡Ábrelos con vehemencia
aún en la mirada del ciervo
opresor que no cede
en su obstinada saciedad de
condena!
si alimentas su cólera, se hará
más fuerte, y acotará las horas en el destino que alcanza la infinitud.
Ignora a los que quieren lapidar
la cordura de tu lealtad,
descentra el mensaje de la botella
que una vez fue lanzado a un mar
de posibilidades,
baja la bandera en la lucha por
vencer a la quimera
y pinta de blanco el himno de los
miserables.
No escuches esa voz, pues en su
débil pasaje,
encontrarás un texto de tinieblas.
Si una triza entorpece tu camino,
concede a la cuna, el verso
enamorado
y vence el yugo en tu alcoba.
Tú eres la frontera, la identidad,
la oquedad sepultaba,
la herida de la historia,
los diamantes ensimismados
los besos cautivados,
los abrazos diluyendo una gota de
lluvia.
En el alborozo del tiempo,
la semilla plantada en la tierra
crece y crece,
el vástago cantonea al eco del
erotismo,
los brotes verdes
pacen por los muertos.
Felizmente, he aquí la sonrisa,
la casa ornada de cofres afables,
las paredes troqueladas por la
voracidad de las horas,
el amor en orden de llamada
y el deseo que abraza la morada
complaciente
en la coladiza semblanza de tu
alma.
Esther Núñez Roma
Integrante del taller de poesía Grupo Cero de Acalá de Henares
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