TRILCE LXII
Alfombra
Cuando vayas al cuarto que tú
sabes,
entra en él, pero entonces con
tiento la mampara
que tanto se
entreabre
casa bien los cerrojos, para que
no puedan
volverse otras espaldas.
Corteza
Y cuando salgas, di que no
tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cojido de un canto de
tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras de borde de tu
alma.
Almohada
Y sólo cuando hayamos muerto
¡quién sabe!
Oh no. Quién
sabe!
Entonces nos habremos separado.
Mas si, al cambiar el paso, me
tocase a mí
la desconocida bandera, te he de
esperar allá,
en la confluencia del soplo y el
hueso,
como antaño,
como antaño en la esquina de los
novios
ponientes de la
tierra.
Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis nos musgosos y
arrecidos,
para que en ellos poses las
rodillas
en las siete caídas de esta cuesta
infinita,
y así te duelan menos
César Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario