PRIMER
ENSAYO DEL ADIÓS
Visité
los tratados de la razón, textos recetados
por
la cordura y cual testigo fiel anoté
en
las salas de tortura lo imposible de reproducir.
Memoricé
los gritos de la ausencia y
el
primigenio aullido del olvido en los ancianos
que
sin crueldad mascullan su vida de árbol inmóvil.
Atendí
jóvenes atropellados en el silencio de la rebeldía,
envenenados
adolescentes uniformados de aire familiar
por
la tradicional guerra de la soledad contra el mundo.
Escuché
bocas anoréxicas maullando frente el espejo
la
nada. Voces rotulando el tráfico libre de las almas
en
las paredes, grafiteros del deseo,
putas
y neutrones con dardos en los brazos
y
muñecas atadas por las cicatrices de la magia, atendí.
Atónito
presencié las cadenas de doble hélice,
el
débil eslabón del fallido, el lapsus del aminoácido.
Yo
mismo esposé mis prejuicios a sus drogas
y
habité nocturno en celdas acolchadas de moral
por
la ideología de tus encantos.
El
prestigioso confort intelectual y el poder de dios
sobre
los otros con la rúbrica autorización del rey, firmé.
Examiné
los ingredientes del cóctel, la bella durmiente
del
principio activo y el castigo por desear
contra
el cerebro.
En
el bosque de la ignorancia se valora más.
Carlos
Fernández del Ganso
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