DE OTRA RIBERA
También aquella mujer gimió de gozo –yacía
como un proceso de fuego sobre las sábanas del
pasado-
y dirigida hacia el más profundo centro de la
muerte
la flecha sensual de su carne también he oído
resonar su voz en la casa día y noche en la avidez
de mis órganos
como la temperatura fatal
de un salvaje jardín en el que amaba extraviarme
cubierto
de flores enormes que articulaban un idioma
ininteligible y cotidiano
en torno a la gran ola blanca de su cuerpo.
Y del tañido de sus pisadas sobre un mundo
recubierto de piedras
y de
tantos años
y del elástico animal de su risa
en el desordenado dormitorio donde se practicaban
las más letárgicas costumbres todo el horizonte
reducido a esa cabellera esparcida
y de su increíble presencia
de la mansa corriente de su belleza entre los
meandros de la cocina
de todos los movimientos de la pasión y del olvido
queda sólo un tatuaje indescifrable
una ola
una garra aferrada al cuello.
Porque tal es mi naturaleza
Oh
y ahora
puede elegirlo todo: un dios por ejemplo
un vicio una bala
Todo
menos yo mismo
en mi vertiginosa
plenitud
menos ella
menos los grandes ajíes rojos de besarla
menos mi cuerpo que se escurre como una alimaña hacia
los paraísos de la frustración
Oh la dama de la cafetera matinal la dama del cálido
trozo
de carne asada y de las rosas
que nunca resucitan…
Pero
aunque se hunda
seguirá para mí entre los erizos ¡es mía!
Aunque nada pueda adorar sino extrañas mutaciones
regiones secretas engendradas por el viento
Extraño y adorable lugar lleno de farsas y plumas.
Enrique Molina
De “Las bellas furias”
No hay comentarios:
Publicar un comentario