AMANTES
VAGABUNDOS
Nunca
tuvimos casa ni paciencia ni olvido
Pero
un poco más lejos hacia nada
Están
las lámparas de viaje
temblando
suavemente
los
hoteles de garganta amarilla siempre rota
y
sus toscas vajillas para el suicidio o la melancolía
--¡Oh el errante graznido sobre la
cumbrera!...—
Dormíamos
al azar con montañas o chozas
bajo
las lentas destrucciones del cielo prontas a arder
con
un fuego inasible
junto
al árbol de paso que se aleja
a
menudo asomados a ventanas en ruinas
a
balcones en llamas o en cenizas
En
esos lechos de comarca
la
lluvia es igual a los besos te desnudabas
girando
dulcemente en la oscuridad con la rotación de la tierra
belleza
impune belleza insensata
pero
solo una vez sólo una vez
juega
el amor sus dados de ladrón del destino:
si
pierdes puedes saborear el orgullo
de
contemplar tu porvenir en un puñado de arena
¡Cuántos
rostros abandonados!
¡Cuántas
puertas de viaje entreabriendo su llanto!
Cuántas
mujeres que la luz ahoga
Sueltan
sus cabelleras de región indeleble besada por el viento
Con
aves inmóviles posadas para siempre en su mirada
Con
el silbo de un tren que arranca lentamente sus raíces de hierro
Con
la lucha de todo abandono y de toda esperanza
Con
los grandes mercados donde pululan cifras injurias
legumbres
y almas cerradas sobre sus negros sacos de
semillas
Y
los andenes disueltos en una espuma férrea
--Desvarío
tiempo y consumación—
Tumba
de viejos días
Bella
como el deseo en las venas terrestres
Su
fuego es la nostalgia
La
celosía del trópico tras la cual hay arañas cortinas en
jirones
y una vieja victrola con la misma canción
inacabable
Pero
los amantes exigen frustraciones tormentos
Peligros
más sutiles:
Su
pasado es incomprensible y se pierde como el mendigo
Dejado
atrás en el paradero borrascoso.
Enrique
Molina
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