ROMANCE DE LA PENA NEGRA
Las
piquetas de los gallos
cavan
buscando la aurora,
cuando
por el monte oscuro
baja
Soledad Montoya.
Cobre
amarillo, su carne,
huele
a caballo y a sombra.
Yunques
ahumados sus pechos,
gimen
canciones redondas.
Soledad:
¿por quién preguntas
sin
compaña y a estas horas?
Pregunte
por quien pregunte,
dime:
¿a ti qué se te importa?
vengo
a buscar lo que busco,
mi
alegría y mi persona.
Soledad
de mis pesares,
caballo
que se desboca,
al
fin encuentra la mar
y
se lo tragan las olas.
No
me recuerdes el mar
que
la pena negra brota
en
las tierras de aceituna
bajo
el rumor de las hojas.
¡Soledad,
qué pena tienes!
¡Qué
pena tan lastimosa!
Lloras
zumo de limón
agrio
de espera y de boca.
¡Qué
pena tan grande! Corro
mi
casa como una loca,
mis
dos trenzas por el suelo
de
la cocina a la alcoba.
¡Qué
pena! Me estoy poniendo
de
azabache, carne y ropa.
¡Ay
mis camisas de hilo!
¡Ay
mis muslos de amapola!
Soledad:
lava tu cuerpo
con
agua de las alondras,
y
deja tu corazón
en
paz, Soledad Montoya.
*
Por
abajo canta el río:
volante
de cielo y hojas.
con
flores de calabaza,
la
nueva luz se corona.
¡Oh
pena de los gitanos!
pena
limpia y siempre sola.
¡Oh
pena de cauce oculto
y
madrugada remota!.
Federico
García Lorca
De
“Romancero gitano 1928”
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