LEYENDO A GERMÁN PARDO GARCÍA
Con los ojos vendados por el mármol de la justicia última
y el mudo amor de la prímula esperanza
el valle abreva su talle de obertura en la desembocadura de tu vientre.
Con las manos uncidas al atlas del hambre,
los primeros girasoles del invierno declaman la llegada
del tenor destierro a lomos del invisible corcel negro.
¡Después sombra y silencio!
Escribe, hermano hombre, desde el planeta indulgente de la inmensidad
allí donde los límites se tiñen de añil en sábanas desprovistas de oro,
allí donde el átomo se estudia en el laboratorio del humor y
la sonrisa del terciopelo nace en tu boca cuando la locura pide más.
¡Qué locura el acento suspendido del labio!
Sobre la piedra blanca sagrada,
allí donde el aire buscando la sangre besa cada oquedad y
se ausenta en hálitos de lluvia negra cuando anochece...
Allí el tercer hombre almuerza con el inventor de los números de colores.
Allí soy el tercer hombre, el que rescata de noche las ánforas del naufragio.
El tercer hombre, el que muere cada madrugada con las manos soñadas.
Y transmuto mi perfil de acero en sombras que se cuelan por las rejas
de tu jaula y rompe los candados del pretérito perfecto.
Leed, leed, no se dejen engañar por la muerte!!!, La calavera nutre el vacío
de la órbitas y el maxilar dispone al aullido espectral del encuentro.
Leed y escribid os digo!!!,
Estuve en todos los principios y conozco cada final
y el mudo amor de la prímula esperanza
el valle abreva su talle de obertura en la desembocadura de tu vientre.
Con las manos uncidas al atlas del hambre,
los primeros girasoles del invierno declaman la llegada
del tenor destierro a lomos del invisible corcel negro.
¡Después sombra y silencio!
Escribe, hermano hombre, desde el planeta indulgente de la inmensidad
allí donde los límites se tiñen de añil en sábanas desprovistas de oro,
allí donde el átomo se estudia en el laboratorio del humor y
la sonrisa del terciopelo nace en tu boca cuando la locura pide más.
¡Qué locura el acento suspendido del labio!
Sobre la piedra blanca sagrada,
allí donde el aire buscando la sangre besa cada oquedad y
se ausenta en hálitos de lluvia negra cuando anochece...
Allí el tercer hombre almuerza con el inventor de los números de colores.
Allí soy el tercer hombre, el que rescata de noche las ánforas del naufragio.
El tercer hombre, el que muere cada madrugada con las manos soñadas.
Y transmuto mi perfil de acero en sombras que se cuelan por las rejas
de tu jaula y rompe los candados del pretérito perfecto.
Leed, leed, no se dejen engañar por la muerte!!!, La calavera nutre el vacío
de la órbitas y el maxilar dispone al aullido espectral del encuentro.
Leed y escribid os digo!!!,
Estuve en todos los principios y conozco cada final
Carlos Fernández
Escuela de Poesía Grupo Cero
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