ODA XIII – DE LA VIDA DEL CIELO
Alma región luciente,
prado de bienaventuranza,
que ni al hielo
ni con el rayo ardiente
fallece; fértil suelo,
producidor eterno de
consuelo:
De púrpura y de nieve
florida, la cabeza
coronado,
y dulces pastos mueve,
sin honda ni cayado,
el Buen Pastor en ti su
hato amado.
Él va, y en pos dichosas
le siguen sus ovejas, do
las pace
con inmortales rosas,
con flor que siempre nace
y cuanto más se goza más renace.
Y dentro a la montaña
del alto bien las guía; ya
en la vena
del gozo fiel las baña,
y les da mesa llena,
pastor y pasto él solo, y
suerte buena.
Y de su esfera, cuando
la cumbre toca, altísimo
subido,
el sol, él sesteando,
de su hato ceñido,
con dulce son deleita el
santo oído.
Toca el rabel sonoro,
y el inmortal dulzor el
alma pasa,
con que envilece el oro,
y ardiendo se traspasa
u lanza en aquel buen
libre de tasa.
¡oh, son! ¡Oh , voz!
Siquiera
pequeña parte alguna
decendiese
en mi sentido, y fuera
de si la alma pusiese
y toda en ti, ¡oh amor!, la
convirtiese,
Conocería donde
sSesteas, dulce Esposo, y,
desatada
de esta prisión adonde
padece, a tu manada
viviera junta, sin bagar
errada
Fray Luis de León
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