LA ABUELA
Ella mira pasar desde su
lejanía de vanas estaciones,
el ademán ligero con que
idénticos días se despiden
dejando solo el eco, el
rumor de otros días apagados
bajo la gran marea de su
corazón.
De todos los que amaron ciertas
edades suyas, ciertos gestos,
las mismas poblaciones con
olor a leyenda,
no quedan más que nombres a
los que a veces vuelven como a un
sueño
cuando ella interroga con
sus manos el apacible polvo de las cosas
que antaño recobrara de un
larguísimo olvido.
Sí. Ese siempre tan lejos
como nunca,
esa memoria apenas
alcanzada, en un último esfuerzo,
por la costumbre de la
piel o por la enorme sabiduría de la sangre.
Ella recorre aún la sombra
de su vida,
el afán de otro tiempo, la
imposible desdicha soportada;
y regresa otra vez,
otra vez todavía, desde el
fondo de las posibles ruinas,
a su tierna paciencia, al
cuerpo insostenible, a su vejez,
igual que a un aposento donde
solo resuenan las pisadas de los
antiguos huéspedes
Que aguardan, en la noche,
el último llamadote la tierra entre-
abierta
Ella nos mira ya desde la
verdadera realidad de su rostro.
Olga Orozco
Argentina 1920 - 1999
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