VOZ MAESTRA
A Miguel Óscar
Menassa en su 75 cumpleaños
Hay que ser valiente para
arrancar la entraña a la tierra
y ponerla en la meseta
árida, sin sombra que cobije
el canto de un mirlo.
Ser lo bastante impetuoso
para enterrar
la niñez embebida en pasos
de tango,
entre fangos a la deriva de
continentes
extraños a la media luna.
Desenterrar el deseo en
versos
tras el cristal del cielo
gris
dibujar sonrisas vacilando
en siluetas entre pinceles
y talismanes de color
valsando lienzos.
El latido profano del
recuerdo
llamando en las noches
tristes
estremece la piel con el
sonido de la nota más bella
y aparece ahogado en páginas
articuladas
en hojas nuevas sin vacilar
el instante.
La voz, siempre la voz
alzada,
en los más oscuros recovecos
si es preciso,
acariciando el alma desnuda
que solo pide pan.
Hay que tener la entereza
pertinente
para caminar erguido ante la
desolación de la lejanía
sin ocultar la mueca
sonriente.
Levantar el pulso trastocado
de guerras infames.
Y desentrañar la pena de
vegas infantiles.
Ya lo dice el poema,
todo es posible si el pulso
lo sostiene
si aún queda una pequeña
lágrima en la cuenca,
si el cielo brumoso deja una
hendidura al universo.
Setenta cinco años
concediendo la palabra al viajero.
Setenta y cinco años
entregando flores
a la mirada perdida,
arrancando la grandeza
de un sollozo en los días
adversos.
Poniendo la flor ardiente
entre bambalinas
al llevar la belleza en
lechos de trópicos milenarios.
Y llevando una riqueza sin
límites en versos candentes,
atravesando océanos,
haciendo bailar a las estrellas que despiertan a la
noche.
La suma de los días, seguirá
abriendo ventanas al cielo
a la ávida expresión,
surgida en leyendas de cuna.
Gloria Gómez Candanedo
Del libro “Caminante”
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