LA VIEJA CASA
Allí está la vieja casa,
la que guarda entre sus
aristas los viejos sueños,
las grandes sonrisas,
y los desencuentros en
torvos amaneceres.
Abandonada en el tiempo,
hoy parece más gris
ante la murga obscena de un
murmullo envilecedor.
Ante el encuentro del hábito
rodeando la bruma
pierdo el estribo del buen
hacer,
la rectilínea del tiempo
abocando el risco sobre la piel.
Sus paredes caen sobre el
alma
rodeando la melancolía
transparente,
como el filo del acero
rasgando el cielo en la palabra.
Una llamada,
un viejo eco abre la ventana
al sollozo,
erizando la tersura
al igual que la vieja casa
nos mira desde esa lejanía
a veces tan cerca.
Un temblor azota la sien
al querer aniquilar lo
irrefrenable,
un latido desprevenido
recuerda las muchas
desventuras tras los ventanales
aullando el grito del
mendigo.
La vieja casa en pie, aún,
parece algo demacrada,
ante los ojos,
hasta parece relatar los
cuentos de medianoche
al despedir las brumas del día,
o la partida de algún
allegado.
La vieja casa,
en su distancia revolotea
entre las colinas
con ese zumbido tensando el
dolor en la entraña.
Hoy no es bienvenida,
nubla la esperanza y rompe
la armonía.
Los viejos habitantes
parecen resurgir de nuevo
y el valor quiebra ante sus
harapos.
Las voces del jardín
desentonan
cada vez que los cimientos
se hacer arena,
cae la solemnidad de los días
alrededor de la mesa
elevando tonos entre las
letras de la época.
Viejos rumores apalean la
intimidad
entre sonrisas cercanas.
No es bien recibida,
trae el vestido de la
tristeza ahondando en el pecho.
Y el pasado solo puede
marchitar la flor.
Gloria Gómez Candanedo
Del libro “Caminante”
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