AMORES PERDIDOS
LA JUVENTUD
XIV
Estábamos,
supuestamente, enamorados y nadie lo sabía,
era en un
complejo pensar donde existía nuestro amor.
No eran
besos, no eran abrazos ni placenteros decires,
eran ondas sonoras,
luces vertiginosas lejos de la luz.
Y nadie lo
sabía, porque el ruido de nuestros amoríos,
sonaba bajo
la tierra ascendiendo brutal y silencioso,
para romper
con alto y blanco estruendo en pleno cielo,
era en el
fondo del mar donde estallaba nuestro amor.
A veces, ni
siquiera nosotros podíamos captarlo
y nos
pasábamos días buscando sus señales
y nos
examinábamos palmo a palmo sin encontrarlo.
Mas tanto
tiempo siempre juntos, nos suponía enamorados.
Mas tanta
quietud, tanto silencio, fuerte, entre nosotros,
hacía
suponer, sencillamente, un amor eterno o infinito.
Miguel Óscar
Menassa
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