jueves, 4 de octubre de 2018

LA COGIDA Y LA MUERTE



LA COGIDA Y LA MUERTE


A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a alas cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
A las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en  la herida
a alas cinco de la tarde.
Alas cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con  ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco  de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco  de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

Federico García Lorca


2 comentarios:

  1. ahora son las cinco de la tarde otra vez las cinco
    y grita en la esquina que se dobla el viento qué nos arrebata lágrimas salobres que arrastrará plañidero violando puertas entreabierta y ventanas no bien cerradas para violar silencios tormentosos arañados como si fueran cristales bruñidos qué araña la salitrosa dureza se lagrimas furtivas que no acaban de rodar desde nuestros endurecidos párpados secos que los rayos directos de un sol que no renunciamos a seguir mirando para qué no cese de bruñirnos la frente con esplendores de puros destellos que brotaran como fruto de una lejendaria tradición de espartanas ancestros qué nos cargaron en hombros hasta la frontera de la vida donde quieren sentimos pretenden dejarnos tras cortarnos las frágiles alas que brotan ante incipiente vuelo.

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