Marcho día y noche
Como un parque desolado.
Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis
ojos;
miro el cielo y su hierba
que aprende a cantar;
miro el campo herido a
grandes gritos,
y el sol en medio del
viento.
Acaricio mi sombrero lleno
de luz especial;
paso la mano sobre el lomo
del viento;
los vientos, que pasan
como las semanas;
los vientos y las luces
con gestos de fruta y sed de sangre;
las luces, que pasan como
los meses;
cuando la noche se apoya
sobre las casas,
y el perfume de los
claveles gira en torno de su eje.
Tomo asiento, como el
canto de los pájaros;
es la fatiga lejana y la neblina;
caigo como el viento sobre
la luz.
Caigo sobre mi alma.
He ahí el pájaro de los milagros;
he ahí los tatuajes de mi castillo;
he ahí mis plumas sobre el
mar, que grita adiós.
Caigo de mi alma.
Y me rompo en pedazos de
alma sobre el invierno;
caigo del viento sobre la
luz;
caigo de la paloma sobre
el viento.
Vicente Huidobro
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