DIÁLOGO EN LA TARDE
Señor,
usted que pasa por mi puerta
todas
las tardes silencioso y triste:
¡dígame
qué es la soledad! Escucha
profundamente
y lento me responde:
-¡Perdóneme,
señor, pero lo ignoro!
vaya
usted a ese parque abandonado.
Una
mujer se sienta en esa banca
inmensamente
sola y dolorida.
¡Pregúnteselo
usted, ella lo sabe!
-Sí,
conozco ese parque y su tristeza.
Yo
mismo le sembré sus araucarias.
-¡Buenas
tardes, señora! Y la saludo
prosternando
el sombrero humildemente.
¡Dígame
qué es la soledad! Presiento
que
en ella vive y con temor lo calla.
-¡Señor,
lo ignoro! Y a sus ojos secos
no le
asoma una lágrima siquiera.
-Pero
vaya a esta casa. Y de sus manos
despréndese
un papel agonizante.
-El
hombre que la habita, así se nombra.
Más
vaya pronto porque sus ventanas
ya se
van a cerrar. Él se lo dice.
-Y al
último reflejo de la tarde
descubro
con dolor sin amargura,
mi
nombre y señas por su mano escritos.
Germán
Pardo García
De
“Labios nocturnos”
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