domingo, 29 de marzo de 2015

Poema leído en la Presentación "Mujer de otoño"


MUJER TRABAJADORA

Se levantó algo inquieta esa mañana de marzo.
Con todo el día por delante para agostar prejuicios
se detuvo en la fecha del calendario, ocho de marzo.
Siempre le habían gustado los número pares, porque
No sabía qué hacer con el resto de lo que no cuadraba.

Se entretenía, en el desayuno, jugando con las fechas,
ya que eso del tiempo le provocaba alguna dificultad.
Esa mañana el ocho de marzo no la invitó a jugar,
sabía que el ocho era el número atómico del oxígeno
y que los octágonos tenían veinte diagonales,
datos suficientes para disparar su cuantiosa imaginación
que siempre la perseguía y a veces nublaba la realidad.
Hoy carecía de clarividencia. No desesperó, mientras oía la radio,
acometió la tarea diaria de acicalar su cuerpo;
era una mujer y su atractivo le compensaba de no sabía qué.
Escuchó la noticia y comprendió: ocho de marzo, día de la mujer trabajadora.

Algo de impiedad existe en la celebración de la muerte
y aunque no era religiosa creía en el símbolo
y pensó que quizás Eva tenía algo que ver,
el dolor se había instalado en el mundo de manos de la mujer
y salir de esos confines provocaba más de un aprieto.
La venganza fue atroz, convertida en madre
y recluida entre cuatro paredes pasaban los siglos.
Ellas algo ponían de su parte, amantes de las compensaciones
un hombre y un hijo saciaban sus impulsos recónditos.

Mas el destino no siempre fue cruel, había habido mujeres
que se pusieron el mundo por montera y con argucias diversas
derribaron paredes e injusticias para hacer de la humanidad su casa.
Se sobrecogió con estas reflexiones, si había sido posible para una,
era posible para todas y ella, que abandonó de pequeña la idea de ser tonta,
estaba convencida de que con trabajo se muelen piedras.
No lo dudó, una última mirada en el espejo
y se dirigió al trabajo. Esa era su manera de festejar.

Pilar Rojas
Del libro "Mujer de otoño"


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