VIDA COTIDIANA
Cuando el coloso aullante
de la duda
abandone mi extraño
corazón,
seré el amante, que
ambicionan tus ojos.
El cruel amante negro,
el que te mata y muere
cada vez,
la más remota capa de la
tierra
y el silbido ululante del
corazón del tiempo.
Soy el futuro, amante, que
te espera,
el tiempo envuelto en
luces,
la maraña espectral de las
horas que pasan, rota,
parcialmente dañada la
cara de la muerte,
por el feroz encuentro,
donde mi corazón late al
compás,
de los latidos negros del
corazón del sol.
Seré, cuando el gigante
malherido muera,
misterioso sacerdote en tu
vientre abierto
oficiando el milagro de la
carne.
Conteniendo la ira del
negro vacío
cuyo compás marca nuestro
compás—
arrojo en él, pedazos de mi
carne transformada
--para que fuera posible
la ceremonia—
en palabras.
Engarzo,
dirigido por los dioses
inmensos de la duda,
en cada palabras una gota
de sangre, leve sudor,
lágrima pequeña y
enamorada, gota de semen.
Hago estallar en pleno
vientre,
del sol que no nos
pertenece –su vacío negro—
esa luz.
Venid,
danzad conmigo,
danza de los violines que
nunca morirán.
Venid,
quemad la noche,
hogueras del amor
despedazad el alba.
Luz, palabras como luz.
Luz, amores como luz.
Negrura como luz.
Ceguera como luz.
Luces, como locuras
iluminadas.
Miguel Oscar Menassa
Del libro “La Patria del
Poeta”
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