TU HICISTE AQUELLA
OBRA
Tú hiciste aquella obra y
le pusiste un título.
Ese y no otro. Siempre,
desde el primer llanto del
mundo,
las guerras fueron
conocidas,
las batallas tuvieron cada
una su nombre.
Tú habías vivido una:
la primera más terrible de
todas.
Y, sin embargo, mientras
a tu mejor amigo,
Apollinaire,
en casco de metralla le
tocaba las sienes,
tu desvelada mano,
y no a muchos kilómetros
de lo que sucedía,
continuaba inventando la
nueva realidad maravillosa
tan llena de futuro.
Pero cuando después,
a casi veinte años de
distancia,
fue tocado aquel toro,
el mismo que arremete por
tus venas,
bajaste sin que nadie lo
ordenara
a la mitad del ruedo,
al centro ensangrentado de
la arena de España.
Y embestiste con furia,
levantaste hasta el cielo
tu lamento,
los gritos del caballo
y sacaste a las madres los
dientes de la ira
con los niños tronchados,
presentaste por tierra la
rota espada del defensor caído,
las médulas cortadas y los
nervios tirantes afuera de la piel,
la angustia, la agonía, la
rabia y el asombro de ti mismo,
tu pueblo,
del que saliste un día.
y no llamaste a esto
ni el Marne ni Verdún
ningún otro nombre merecedor
del
recuerdo más hondo
(aunque allí la matanza
fue mucho más terrible).
Lo llamaste Guernica.
Y es el pueblo español
el que está allí,
el que tuvo el arrojo de
poner en tu mano
esa luz gris y blanca que
salió entonces de su sangre
para que iluminaras su
memoria.
Rafael Alberti
España 1902-1999
De “Los 8 nombres de Picasso y no digo más que lo
que no digo”
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