sábado, 2 de febrero de 2013

Poema leído en el taller, 27 de enero de 2013


Paisaje de la Multitud que Orina
(Nocturno de Battery Place)

Se quedaron solos.
Aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas.
Se quedaron solas.
Esperaban la muerte de un niño en el velero japonés.
Se quedaron solos y solas,
soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes,
con el agudo quitasol que pincha
al sapo recién aplastado,
bajo un silencio con mil orejas
diminutas bocas de agua
en los desfiladeros que resisten
el ataque violento de la luna.
Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas
 y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros, salivas y radio de níquel.
No importa que el niño calle cuando le claven el último alfiler.
No importa la derrota de la brisa en corola del algodón.
Porque hay un mundo de la muerte con marineros definitivos
que se asomarán a los arcos y os helarán por detrás de los árboles.
Es inútil  buscar el recodo
donde la noche olvida su viaje
y acechar un silencio que no tenga
trajes rotos y cáscaras y llanto,
porque tan sólo el diminuto banquete de la araña
basta para romper el equilibrio de todo el cielo.
No ha remedio para el gemido del velero japonés,
ni para estas gentes ocultas que tropiezan  con las esquinas.
El campo se muerde la cola para unir las raíces en un punto
Y el ovillo busca por la grama su ansia de longitud insatisfecha.
¡La luna! Los policías ¡Las sirenas de los transatlánticos!
Fachadas de orín, de humo, anémonas, guantes de goma.
Todo está roto por la noche,
abierta de piernas sobre las terrazas.
Todo está roto por los tibios caños
de una terrible fuente silencios.
¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados!.
Será preciso viajar por los ojos de los idiotas,
campos libres donde silban las mansas cobras deslumbradas,
paisajes llenos de sepulcros que producen fresquísimas manzanas,
para que venga la luz desmedida
que temen los ricos detrás de sus lupas,
el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y rata
y para que se quemen estas gentes que pueden orinar alrededor
[de un gemido
o en los cristales donde se comprenden las olas nunca repetidas.

Federico García Lorca
Del libro "Poeta en Nueva York"
Poema leído por Gloria Gómez

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