TU VOZ SUMA UNA ESTRELLA
A nuestro compañero y
amigo José García
¡Qué difícil! ¡qué
difícil expresar en unas letras la inmensidad,
la ausencia, la
multitud!
¡Qué difícil sostener
una sola lágrima
donde se condensa
todo un arco iris de estampas
enclavadas en el
recuerdo!
Donde suena una voz
inolvidable,
capaz de traspasar
auditorios sin volumen,
donde una sonrisa
siempre puesta en cada verso
lo hacía enaltecer a
la muchedumbre,
donde cada gesto
abría el corazón
exaltando la limpidez
de una alegría oculta.
¡Qué difícil será
olvidar cada emulsión de sosiego
trasmitida hasta el
último recoveco
de cualquier lugar
donde bailaban y ensortijaban
compases y versos
entre los presentes y ausentes!
¡Qué difícil se hace
compendiar en un poema tantas tertulias y disfraces,
tantas tardes de
esperanza y de futuros lanzados sobre la estirpe!
¡Qué difícil sostener
la calidez de la cercanía que aseguraba un abrazo!
¡Hay golpes, tan
duros, que la letra se emborrona en tanta memoria,
golpes tan
despiadados que el aire se congela en el pulmón!
¿Qué será el grito de
la miseria cuando tu voz no esté para elevarlo?
¿Qué será la fluidez
adolescente,
cuando tu hombro esté
ausente
para sostener la
vulnerabilidad de un mal pasajero?
¿Qué será de las
lágrimas de una mujer
cuando tus labios no
estén para borrarlas?
¿Qué será? ¿Qué será
de ese futuro,
aún por comenzar la
andadura entre repliegos y escaramuzas
a capricho del
destino?
¿Qué será de la
fuerza que insistías al duelo de un triste devenir?
¿Qué será?
¿qué será el vacío
que habrá bajo la luna de bienvenida al estío
en tertulias de trova
y balada?
quizá traiga el verso
que dejas a medio concluir,
donde tu voz llegue
desde el recuerdo.
Tanta interrogación
diluye por estos versos como afluye en mi asombro.
Sin tiempo para un
adiós, ¿por qué?
Gloria Gómez
Candanedo
18 de agosto de 2025
¡Qué difícil!
ResponderEliminar¡Qué difícil expresar en unas letras la ausencia!
¡Qué difícil!
Llegó el momento más sentido.
Escuché las emotivas palabras de la madre y de la hija
en esa abarrotada capilla de las filipenses.
No pude evitarlo... yo también lloré.
Su foto estaba pegada en la pared junto a esa gran cruz.
Él me miraba y parece como si le estuviera escuchando. No podía olvidar su voz ni su amplia sonrisa.
Terminó el homenaje.
Esperé mi turno.
Un abrazo a Esther.
Fin del viaje.