LA FIEREZA DE TUS MANOS
Cuando no sabías qué
hacer,
extendías tus brazos hacia
el horizonte,
delimitando el espacio que
te separaba del universo.
Después, introducías tu
mirada
en los resquicios últimos
el alma, esperando
que los dioses decidieran
el rumbo a seguir.
No era que te entregases
a ciertos ejercicios de indolencia y pasividad,
más bien, era tu manera de
estar alerta.
Todo movimiento superfluo
quedaba restringido,
tu cuerpo imitaba al camaleón
que,
aun quieto, es un cazador
infalible.
Así, aparentando no estar
en nada,
atendías todo, tus
sentidos poseían la precisión
necesaria para ejecutar
aquella tarea imposible.
Y, entonces, ocurría el
milagro:
la fiereza de tus manos
dibujaba,
sobre el papel, un nuevo
poema.
Carmen Salamanca
Del libro: “La luna en mi
calle”
Cuadro: "La luz en las entrañas" de Miguel O. Menassa
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