domingo, 30 de junio de 2024

LUZ DEL TIEMPO

 


LUZ DEL TIEMPO

 

La luz, la luz más pura está en el tiempo,

es su zumo dorado que nos moja

el alma diariamente y la desnuda.

Como la luz, como el amor a veces,

el tiempo es tuyo, y él te tiene, míralo

morando ya en tu carne lentamente

posando en ella su ceniza triste,

sus minutos que brillan amarillos

y tus labios golpean tercamente,

y pues no puedes detenerlo, ahora

que escapa más de prisa, ya vencidas

tu juventud y tu esperanza, escucha

cada latido suyo, cada ola

de su invisible, silenciosa música,

y acecha el don, su luz de cada día.

Dale tú, en cambio, paz al tiempo, honda

paz si es que alguna guardas en tu alma.

Da tu hora al amor, al beso, al ocio,

pues no es dinero –times is Money- el tiempo,

y da a tu soledad el tiempo

oscuro que ella te pida,

y tu minuto abierto

a ese niño que ríe, y a ese perro

vagabundo que pide pan y dueño,

y al poema que espera,

y a ese pájaro que vuela

ebrio por el vasto cielo.

 

José Luis Cano

Cuadro: "Pentagrama de luz" de Miguel O.Menassa

 

sábado, 29 de junio de 2024

ME LLAMO BARRO AUNQUE MIGUEL ME LLAME...

 


ME LLAMO BARRO AUNQUE MIGUEL ME LLAME…

 

Me llamo barro aunque Miguel me llame.

Barro es mi profesión y mi destino

que mancha con su lengua cuanto lame.

Soy un triste instrumento del camino.

Soy lengua dulcemente infame

a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho

que quiere ser criatura idolatrada,

embisto a tus zapatos ya sus alrededores,

y hecho de alfombras y de besos hecho

tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

 

Coloco relicarios de mi especie

a tu talón mordiente, a tu pisada,

y siempre a tu pisada me adelanto

para que tu impasible pie desprecie

todo el amor que hacia tu pie levanto.

 

Más mojado que el rostro de mi llanto,

cuando el vidrio lanar del hielo bala,

cuando el invierno tu ventana cierra

bajo a tus pies un gavilán de ala,

de ala manchada y corazón de tierra.

Bajo a tus pies un ramo derretido

de humilde miel plateada y sola,

un despreciado corazón caído

en forma de alga y en figura de ola.

 

Barro en vano me invisto de amapola,

barro en vano vertiendo voy mis brazos,

barro en vano te muerdo los talones,

dándote a malheridos aletazos

sapos como convulsos corazones.

 

Apenas si me pisas, si me pones

la imagen de tu huella sobre encima,

se despedaza y rompe la armadura

de arrope bipartido que me ciñe la boca

en carne viva y pura,

pidiéndote a pedazos que la oprima

siempre tu pie de liebre libre y loca.

 

Su taciturna nata se arracima,

los sollozos agitan su arboleda

de lana cerebral bajo tu paso,

y pasas, y se queda

incendiando su cera de invierno ante el ocaso,

mártir, alhaja y pasto de la rueda.

 

Harto de someterse a los puñales

circulantes del carro y la pezuña,

teme del barro un parto de animales

de corrosiva piel y vengativa uña.

 

Teme que el barro crezca en un momento,

teme que crezca y suba y cubra tierna,

tierna y celosamente

tu tobillo de junco, mi tormento,

teme que inunde el nardo de tu pierna

y crezca más y ascienda hasta tu frente.

 

Teme que se levante huracanado

del blando territorio del invierno

y estalle y truene y caiga diluviado

sobre tu sangre duramente tierno.

 

Teme un asalto de ofendida espuma

y teme un amoroso cataclismo.

 

Antes que la sequía lo consuma

el barro ha de volverte de lo mismo.

 

Miguel Hernández

Cuadro: "Reprodcción automática" de Miguel O. Menassa

miércoles, 26 de junio de 2024

UN CRISTAL

 


UN CRISTAL

 

Vidrio de una ventana

entreabierta de julio

hasta mí que tendido

descanso con cansancio

feliz de sucesivos

tiempos y espacios llega

el verano su soplo

vital cálido… Vidrio

en el que ahora contemplo

reflejadas las casas

fronteras unos árboles

los de esta ciudad mía

al regreso de otras

y otras y otros paisajes

fríos y yermos ajenos

Unas casa fronteras

una ventanas sobre

el cristal de ésta abierta

que me devuelve parte

de mi ciudad ¿La mía?

La mía imaginada

recordada resuelta

ahora en blando reflejo

en deseo y en sueño

de lo que pudo ser

de lo que no es de lo que

me absorbe la mirada

a esperanza tan breve

(Gracias memoria mía

de lo malo aún ya trémula).

Cansancio julio aquí

tendido calor nada

nada más que un reflejo

equívoco un deslumbre

frágil de sol un poco

de ilusión allá enfrente

sólo un cristal la vida.

 

Vicente Gaos

Cuadro: "Rasgado por el tiempo" de Miguel O. Menassa

 

 

lunes, 24 de junio de 2024

RAPSODIA DE UNA NOCHE DE VIENTO

 


RAPSODIA DE UNA NOCHE DE VIENTO

 

Las doce.

A lo largo de los cauces de la calle

sostenidos en síntesis lunar,

susurrando encantamientos lunares,

se disuelven los suelos de la memoria

y todas sus claras relaciones,

sus divisiones y precisiones,

cada farol que dejó atrás

resuena como un tambor fatalista,

y  a través de los espacios de lo oscuro

la medianoche sacude la memoria

como un loco agitando un geranio muerto.

La una y media,

el farol rociaba,

el farol mascullaba,

el farol decía: “Observa a esa mujer

que vacila hacia ti en la luz de la puerta

que se abre hacia ella como una mueca.

Ves que el borde de su vestido

está desgarrado y sucio de arena,

y ves que el rabillo del ojo

se le retuerce como un alfiler torcido”.

La memoria arroja y deja en seco

una multitud de cosas retorcidas;

una rama retorcida en la playa,

devorada, lisa, y pulida

como si el mundo rindiera

el secreto de un esqueleto,

rígido y blanco.

Un muelle roto en el solar de una fábrica,

óxido que se agarra a la forma que la fuerza ha dejado

dura y enroscada y dispuesta a dispararse.

Las dos y media.

El farol dijo:

“Observa al gato que se aplana en el arroyo,

saca la lengua furtiva

y devora un bocado de manteca rancia”.

Así la mano del niño, automática,

salió furtiva y se embolsó un juguete que corría por el muelle.

 

No vi nada tras los ojos de ese niño.

He visto ojos en la calle

tratando de escudriñar a través de postigos con luz,

y un cangrejo una tarde en un charco,

un viejo cangrejo con lapas en la espalda,

agarró el extremo  de un palo que le tendí.

Las tres y media,

el farol espurreaba,

el farol mascullaba en lo oscuro.

El farol canturreaba:

“Observa la luna,

la lune ne garde aucune rancune,

guiña un débil ojo,

sonríe a los rincones.

Alisa el pelo de la hierba.

La luna ha perdido la memoria.

Una desvaída viruela le agrieta la cara,

su mano retuerce una rosa de papel,

que huele a polvo y agua de colonia.

Está sola

con todos los viejos olores nocturnos

que cruzan y cruzan por su cerebro”.

Viene la reminiscencia

de secos geranios sin sol

y polvo en grietas,

olores de castañas en las calles,

olores femeninos en cuartos de ventanas cerradas,

y cigarrillos en pasillos

y olores de cócteles en bares.

El farol dijo:

“Las cuatro.

Aquí está el número en la puerta.

¡Memoria!

 Tienes la llave,

la lamparilla extiende un círculo en la escalera, sube.

La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,

deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida.

“El último retorcimiento del cuchillo”.

 

Thomas S. Elliot

Cuadro: "Recordando el baile de la bella" de Miguel O. Menassa

 

 

 

jueves, 20 de junio de 2024

LOS HOMBRES HUECOS

 


LOS HOMBRES HUECOS

I

Somos los hombres huecos.

Los hombres rellenos de aserrín

Que se apoyan unos contra otros

Con cabezas embutidas de paja¡Sea!

Ásperas nuestras voces, cuando

Susurramos juntos

Quedas, sin sentido

Como viento sobre hierba seca

O el trotar de ratas sobre vidrios rotos

En los sótanos secos

Contornos sin forma, sombras sin color,

Paralizada fuerza, ademán inmóvil;

Aquellos que han cruzado

Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte

Nos recuerdan –si acaso-

No como almas perdidas y violentas

Sino, tan sólo, como hombres huecos,

Hombres rellenos de aserrín.

 

1925

Thomas S. Elliot

Cuadro: "Hasta aquí llegó el hombre" de Miguel O. Menassa

 

miércoles, 19 de junio de 2024

LIMBO

 

LIMBO

 

A Octavio Paz

 

La plaza sola (gris el aire,

negros los árboles, la tierra

manchada por la nieve),

parecía, no realidad, mas copia

triste sin realidad. Entonces,

ante el umbral, dijiste:

viviendo aquí serías

fantasma de ti mismo.

Inhóspita en su adorno

parsimonioso, porcelanas, bronces,

muebles chinos, la casa

oscura toda era,

pálidas sus ventanas sobre el río,

y el color se escondía

en un retablo español, en un lienzo

francés, su brío amedrentado.

Entre aquellos despojos,

proyecto, el dueño estaba

sentado junto a su retrato

por artista a la moda en años idos,

imagen fatua y fácil

del diletante, divertido entonces

comprando lo que una fe creara

en otro tiempo y otra tierra.

allí con sus iguales,

damas imperativas bajo sus afeites,

caballeros seguros de sí mismos,

rito social cumplía,

y entre el diálogo moroso,

tú oyendo alguien me dijo: “Me ofrecieron

la primera edición de un poeta raro,

y la he comprado”, tu emoción callaste.

Así, pensabas, el poeta

vive para esto, para esto

noches y días amargos, sin ayuda

de nadie, en la contienda

adonde, como el fénix, muere y nace,

para que años después, siglos

después, obtenga al fin el displicente

favor de un grande en este mundo.

Su vida ya puede excusarse,

porque ha muerto del todo;

su trabajo ahora cuenta,

domesticado para el mundo de ellos,

como otro objeto vano,

otro omamento inútil;

y tú cobarde, mudo

te despediste ahí, como el que asiente,

más allá de la muerte, a la injusticia.

Mejor la destrucción, el fuego.

 

Luis Cernuda

Cuadro: "Tendidos en el aire" de Miguel O. Menassa

martes, 18 de junio de 2024

ADOLESCENTE FUI EN DÍAS IDÉNTICOS A NUBES...

 


ADOLESCENTE FUI EN DÍAS IDÉNTICOS A NUBES…

 


Adolescente fui en días idénticos a nubes,

cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,

y extraño es, si ese recuerdo busco,

que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

 

Perder placer es triste

como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;

aquel fui, aquel fui, aquel he sido…

era la ignorancia mi sombra.

 

Ni gozo ni pena; fui niño

prisionero entre muros cambiantes:

historias como cuerpos, cristales como cielos,

sueño luego, un sueño más alto que la vida.

 

Cuando la muerte quiera

una verdad quitar de entre mis manos,

las hallará vacías, como en la adolescencia,

ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

 

Luis Cernuda

Cuadro: "Nuestra juventud" de Miguel Oscar Menassa

lunes, 17 de junio de 2024

EL TREN DE LOS HERIDOS

EL TREN DE LOS HERIDOS

Silencio que naufraga en el silencio

de las bocas cerradas de la noche.

No cesa de callar ni atravesado.

Habla el lenguaje ahogado de los muertos.

 

Silencio.

 

Abre caminos de algodón profundo,

amordaza las ruedas, los relojes,

detén la voz del mar, de la paloma:

emociona la noche de los sueños.

 

Silencio.

 

El tren lluvioso de la sangre suelta,

el frágil tren de los que se desangran,

el silencioso, el doloroso, el pálido,

el tren callado de los sufrimientos.

 

Silencio.

 

Tren de la palidez mortal que asciende:

la palidez reviste las cabezas, el ¡ay!

la voz, el corazón de la tierra,

el corazón de los que malhirieron.

 

Silencio.

 

Van derramando piernas, brazos, ojos,

van arrojando por el tren pedazos.

Pasan dejando rastros de amargura,

otra vía láctea de estelares miembros.

 

Silencio.

 

Ronco tren desmayado, enrojecido:

agoniza el carbón, suspira el humo

y, maternal la máquina suspira,

avanza como un largo desaliento.

 

Silencio.

 

Detenerse quisiera bajo un túnel

la larga madre, sollozar tendida.

No hay estaciones donde detenerse,

si no es el hospital, si no es el pecho.

 

Para vivir, con un pedazo basta:

en un rincón de carne cabe un hombre.

Un dedo solo, un solo trozo de ala

alza el vuelo total de todo un cuerpo.

 

Silencio.

 

Detened ese tren agonizante

que nunca acaba de cruzar la noche.

 

Y se queda descalzo hasta el caballo,

y enarena los cascos y el aliento.  

 

Miguel Hernández

Cuadfro: "Llanto del fin del mundo" de Miguel Oscar Menassa

 

 


TANGO DEL VIUDO




TANGO DEL VIUDO

 

Oh maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,

y habrás insultado el recuerdo de mi madre

llamándola perra podrida y madre de perros,

ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer

mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre

y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos,

mis comidas,

sin maldecirme en voz ala como si estuviera allí aun

quejándome del trópico de los coolíes corringhis,

de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño

y de los espantosos ingleses que odio todavía.

 

¡Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!

He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,

a almorzar en los restaurantes comida fría,

y otra vez tiro al suelo los pantalones y las camisas,

no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.

Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,

y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,

y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

 

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde

el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,

y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina

acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:

bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,

de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,

y la espesa tierra no comprende tu nombre

hecho de impenetrables substancias divinas.

 

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas

recostadas como detenidas y duras aguas solares,

y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,

y el perro de furia que asilas en el corazón,

así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,

y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,

el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

 

Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración

oída en largas noches sin mezcla de olvido,

uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.

 

Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,

como vertiendo una miel delgada, trémula argentina, obstinada,

cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,

y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,

y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente

llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,

substancias extrañamente inseparables y perdidas.

 

Pablo Neruda

Cuadro: "Una orquesta en tu voz" de Miguel Oscar Menassa

 

 


viernes, 14 de junio de 2024

OYE A TU MASA, A TU COMETA, ESCÚCHALOS; NO GIMAS...

 


OYE A TU MASA, A TU COMETA, ESCÚCHALOS; NO GIMAS…

 

Oye a tu masa, a tu cometa, escúchalos; no gimas

de memoria, gravísimo cetáceo;

oye a la túnica en que estás dormido,

oye a tu desnudes, dueña del sueño.

 

Relátate agarrándote

de la cola del fuego y a los cuernos

en que acaba la crin su atroz carrera;

rómpete, pero en círculos;

fórmate, pero en columnas combas;

descríbete atmosférico, ser de humo,

a paso redoblado de esqueleto.

 

¿La muerte? ¡Oponle todo su vestido!

¿La vida? ¡Oponle parte de tu muerte!

Bestia dichosa, piensa;

dios desgraciado, quítate la frente.

Luego, hablaremos.

 

César Vallejo

Cuadro: "En el intento" de Miguel Oscar Menassa

jueves, 13 de junio de 2024

A MI BUITRE

 

A MI BUITRE

 

 

Este buitre voraz de ceño torvo

que me devora las entrañas fiero

y es mi único y constante compañero

labra mis penas con su pico corvo.

 

El día en que le toque el postrer sorbo

apurar de mi negra sangre, quiero

que me dejéis con él solo y señero

un momento, sin nadie como estorbo.

 

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía,

mientras él  mi último despojo traga,

sorprender en sus ojos la sombría

 

mirada al ver la suerte que le amaga

sin esta presa en que satisfacía

el hambre atroz que nunca se le apaga.

 

Miguel de Unamuno

Cuadro: "El asombro" de Miguel Oscar Menassa

 

 

miércoles, 12 de junio de 2024

BALCONES DE POESÍA Y LUNA -30


Os dejamos nuestra revista número 30 dedicada al trabajo realizado durante los 25 años de Taller de Poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares. 

martes, 11 de junio de 2024

YO ME ENCONTRÉ EL OLIVO Y EL ACANTO

 


YO ME ENCONTRÉ EL OLIVO Y EL ACANTO

 

A Nikos Kazanzaki

 

Yo me encontré el olivo y el acanto

que sin saber plantaste, hallé dormidas

las piedras de tu frente desprendidas,

y el de tu búho fiel, solemne canto.

 

El rebaño inmortal, paciendo al canto

de tus albas y siestas transcurridas,

las cuadrigas frenéticas, partidas

de tus horas amargas con quebranto.

 

La roja musa airada y violenta,

la serena deidad épica y pura

que donde tú soñabas hoy se asienta.

 

De estas piezas compongo tu escultura.

Nuestra amistad mis mismos años cuenta:

de ti hablaban mi cielo y mi llanura.

 

Rosa Chacel

domingo, 9 de junio de 2024

PRESENTACIÓN "NOMBRE DE MUJER" EN LA CASA DE LEÓN EN MADRID

 



PRESENTACIÓN DE NOMBRE DE MUJER

 

Para un gato maragato presentar este libro en la Casa de León en Madrid, es un singular desafío. Seis años después de publicado el poemario y en un nuevo escenario vuelvo a leer los poemas con los que ustedes, noveles poetas entonces, se presentaban por primera vez en público.

 

Hoy, han crecido han permanecido leyendo y escribiendo en el taller de Poesía, al que todos los domingos acuden, han publicado revistas, nuevos libros, han organizado recitales y sin embargo NOMBRE DE MUJER, sigue siendo necesario. Digo, este libro continúa sorprendiendo al lector, no cesan los poemas de conversar entre sí y con otros libros.

 

Rescato de la primera presentación algunas frases, tal vez hoy puedan escuchar sin dejar de volar.

 

jueves, 6 de junio de 2024

APAGAMOS LAS MANOS. DEJAMOS ENCIMA DEL MAR MARCHITARSE LA LUNA...

 

APAGAMOS LAS MANOS. DEJAMOS ENCIMA DEL MAR MARCHITARSE LA LUNA…

 

Apagamos las manos. Dejamos encima del mar marchitarse la luna

y nos pusimos a andar por la tierra cumplida de sombra.

Ahora ya es arde. Las albas vendrán a ofrecernos sus húmedas flores.

Ciegos iremos. Callados iremos, mirando algo nuestro que escapa

hacia su patria remota.

(Nuestro espíritu debe ser, que cabalga sobre las olas).

 

Ahora ya es tarde. Apagamos las manos felices

y nos ponemos a andar por la tierra cumplida de sombra.

Hemos caído en un pozo que ahoga los sueños.

Hemos sentido la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca.

 

Antes, entonces, con qué gozo ardiente,

con qué prodigioso encenderse de aurora

modelamos en nieblas efímeras, en pasto de brisas ligeras,

nuestra cálida hora.

Y cómo apretamos las ubres calientes. Y cómo era hermoso

pensar que no había ni  ayer, ni mañana, ni historia.

 

Ahora ya es tarde; apagamos las manos felices

y nos ponemos a andar por la tierra cumplida de sombra.

Cómo errar por los años, como astros gemelos, sin fuego,

como astros sin luz que se ignoran.

Como andar, sin nostalgia, el camino, soñando dos sueños distintos

mientras en torno el amor se desploma.

 

Ahora ya es tarde. Sabemos. Pensamos. (Bizcamos almas).

Ahora sabemos que el alma no es piedra ni flor que se toca.

Como astros gemelos y ajenos pasamos, sabiendo

que el alma se niega si el cuerpo se niega.

Que nunca se logra si el cuerpo se logra.

 

Dejamos encima del mar marchitarse la luna.

Cómo errar, por los años, sin gloria.

Cómo aceptar que las almas son vagos ensueños

que en sueños tan sólo se dan, y despiertos se borran.

Qué consuelo ha de haber, si lograr una gota de un alma

es pretender apresar el latir de la tierra, desnuda y redonda.

 

Estamos despiertos. Sabemos. Como astros soberbios, caídos,

sentimos la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca.

 

José Hierro

Cuadro de Miguel Oscar Menassa

 

martes, 4 de junio de 2024

SÓLO

 

SÓLO

Como perro sin amo,

que no tiene huella ni olfato,

y yerra por los caminos…

Antonio Machado

Hiéreme. Sienta

mi carne tu caricia destructora.

Desde la entraña se eleva mi grito,

y no me respondías. Soledad

absoluta. Solo. Solo.

Sí, yo he visto estos canes errabundos,

allá en las cercas últimas,

jadeantes huir a prima noche,

y esquivar las cabañas

y el sonoro redil, donde mastines

más dichosos, no ignoran

ni el duro  pan ni el palo del pastor.

Pero ellos huyen,

hozando por las secas torrenteras,

venteando luceros, y si buscan

junto a un tocón del quejigal yacija,

pronto otra vez se yerguen:

se yerguen y avizoran la hondonada

de las sombras, y huyen

bajo la indiferencia de los astros,

entre los cierzos finos.

 

Dámaso Alonso

Cuadro: "Reencuentro" de Miguel O. Menassa