UN VIEJO LOBO
Cuando me falta mi mundo,
y me falta siempre,
convoco a los nobles de la juventud,
fumo con ellos un cigarro
y les pido
que consuelen mis penas callejeras.
Sin darme cuenta
que también yo vivía en el exilio,
descarté tener la coherencia y la disciplina
que hubiese tenido un hombre libre en la ciudad.
Un viejo lobo,
consumido por el deseo
de destripar las ovejas,
descuartizar los conejos,
y muy a pesar de eso,
logra controlar brutales excesos.
Hay momentos de la vida,
donde callar
se convierte en culpa,
y hablar es una obligación.
Un deber civil.
Un desafío moral.
Un imperativo categórico
del cual no te puedes evadir.
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