HOMENAJE
AL POETA
Sólo querías darme un final que
alumbrara todas las escenas
como si fuese posible ver con mis
ojos en los que sólo reinan
imágenes desterradas de llantos,
preferencias de olvidos,
insistencias obsesas,
soplos ejecutores con la fuerza de
derribar realidades sin
apaciguamientos.
El dolor era la catedral vacía de fe
y consentimientos
que nunca fueron aceptados,
sólo una estética implacable que
perseguí laberintos en pos de una llanura,
mensajera inaudible en medio del
ocaso marítimo que ceñía las sombras,
en las que pronto los pájaros
nocturnos vestirían
el negro irrealizable de mis sueños.
En el doblez del camino esperándome
estaba
el pasaje angosto y fantasmático
que siempre era el desencuentro de
las citas
y admoniciones de severidades que
ordenaban siempre equivocarme,
siempre un Dios muerto sirviendo
opíparos manjares,
dando lugar a alguna solución frente
a la encrucijada
de la unión con un objeto
indescriptible.
En el medio del verso una locura sin
sentido separa el sonido de la cosa,
y esa aridez, desnuda la palabra
mostrando su centro taladrado
donde viajan los asteroides pálidos
que engendran el espacio del mundo
en el que aterrizo de tanto en
tanto,
para dejar de saber qué color tiene
la rosa
o qué presencia insostenible me
acomoda las vísceras.
Ninguna beatitud frente a lo que no puede ser robado,
y el hijo del mi misma me engendra
una vez más, me hace un poema.
Norma Menassa
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