NO
FUE PARÍS, FUE BUENOS AIRES
No
fue París, fue Buenos Aires que me vio nacer,
por
eso no me asusta el movimiento.
Soy
del tango la brisa que se mueve al arrastrar los pies.
La
cintura de plata que se quiebra al compás.
El
hombre que murió a la mañana siguiente para verla bailar.
La
percanta aburrida que cabalgando un taco de billar
sueña
que puede sola, hacer la vida sola, amar su soledad.
Y
el borracho sediento que bebe sin parar,
recordando
a su madre, esa novia infernal.
Y
se emborracha y piensa que todo le da igual
y
las manos le tiemblan de tanta impunidad
y
desgarra su vientre y quisiera olvidar
y
olvida, mas no el nombre de quien lo matará.
Soy
del tango los perros ecuménicos,
los
perros que presencian el crimen pasional
que
cual tontos o locos le ladran a la luna
cuando
en la acera yace la amada del portal.
Una
daga de miedo se clavó en su garganta.
Una
daga de celos la condenó a morir,
un
hombre enamorado de otro hombre,
una
daga de horror que sin amarla la mató.
Y
después soy de tango el amigo del alma,
que
no llega a las doce ahí donde le esperas,
que
te bate la justa cuando la justa duele
que
no comparte nunca contigo el ganador.
Soy
del tango el payaso de la noche de Reyes,
el
que mató a su amada por verla sonreír,
con
un hombre en los brazos, con las piernas abiertas,
amante
enloquecido del puñal, la mató sin razón.
Y
también soy del tango el obrero que roba,
pensando
en sus hijos, un cacho de pan.
Soy
del tango la noche encerrada entre rejas,
que
el farol de la esquina ya no quiere alumbrar.
Miguel
Oscar Menassa
De
“Al sur de Europa”
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