lunes, 19 de agosto de 2024

LOS IMPOSIBLES PÁJAROS - III - 1

 


LOS IMPOSIBLES PÁJAROS

 

III

1

Con el amor hay que morir a solas.

Roque Esteban Scarpa

 

Crees llegar a mí diariamente

con tu voz exterior, como paisaje

sin sol, sin luz, indiferente hielo,

con palabras extrañas a mi sangre

como árboles que flotan sin raíces.

 

Crees llegar a mí. Tu voz diaria

apenas hiedra desraizada cubre

la inmóvil superficie del silencio

donde la sangre guarda en su espesura

como un sordo clamor de oculto río,

la roca en que estrellar toda su fuerza,

su apasionado vértigo de ti.

 

Porque llegas a mí tan diferente…

por invisibles sendas tan distintas…

Aquí, en el fondo oscuro

de esta gruta animal que el hombre lleva

cavada por la mano del instinto,

aquí donde resuella el toro turbio

de la pasión, me llega tu presencia

como rumor de ofidio en los helechos,

entre las ramas frescas de una selva

de incontenible amor.

 

No comprenderás nunca.

Porque te dije que el amor no es esto

y que cruzo unos yermos ateridos

que son –sí que lo sabe—hoy mi vida,

sin esperar sus fuentes, dulces, claras.

Ni aun ese doloroso amor conozco

si no lo es este extraño despeñarse

por el ciego deseo de tu cuerpo.

 

Mas no comprenderás. Y no me quejo.

No mío: de los hombres todos, este

destino sordo es. Como fantasmas,

por la noche del mundo errantes cruzan,

hasta el hueso colmados de pasiones

inconfesadas, de errabundos sueños

o encadenados ángeles que claman

en el silencio oscuro de los seres,

donde el hombre es el pozo de sí mismo.

Los unos de los otros ignorados,

habitados de inútiles hogueras

donde cual propia leña se consumen.

 

Un hombre es como un vasto continente

ignoto. Por sus pálidas orillas

otros seres discurren, tan extraños,

y un mar de tedio y llanto va a sus playas

en diaria y estúpida costumbre.

 

Cada hombre clama solo su amargura,

las interiores cárceles de su alma.

Lejanos habitantes de otros mundos

pasan cerca, se cruzan, ciegamente.

 

Se muere a solas, sí. A solas se agoniza

frente a la Eternidad,

bajo su gigantesca mano oscura:

la nunca seca fuente de los siglos.

 

Allí las solas tierras de cada hombre

serán todas sustancia de la Nada.

 

Leopoldo de Luis

Cuadro de Miguel Oscar Menassa

 

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