PROFECÍA
(sobre el campesino)
Tú
no eres tú, mi hermano y campesino;
tú
eres nadie y tu ira, facultada
de
manejables arcos acerados.
A
tu manera faltas sosegada,
a
tu amor y destino,
veterana
asistencia de los prados.
Cornalón
por la hoz, áspero sobre
la
juventud del vino,
apacientas
designios desiguales;
dices a Dios que obre
la
creación, del campo solo y mondo,
¡tú!,
que has sacado a Dios de los Trigales
candeal
y redondo.
Pides
la expropiación de la sonrisa
y
la emancipación de la corriente
–¡lo
imposible—del río.
Dejas
manca en los árboles la brisa,
al
ave sin reposo ni morada,
con
el hacha y el brío.
Escaso
en todo y abundante en nada,
el
florido lugar de regadío
se
torna de secano.
En
nombre de la espiga, te conjuro: ¡siembra el pan! Con esmero.
Día
vendrá un cercano venido
en
que revalorices la esperanza,
buscando
la alianza
del
cielo y no la guerra.
¡Tierra! de promisión y de bonanza
volverá a ser la tierra.
Miguel Hernández
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