LA
DICHA
No.
¡Basta!
Basta
siempre.Escapad, escapad; sólo quiero,
sólo quiero tu muerte cotidiana.
el cuello febricente, la convocación de los robles,
las manos que son piedra, luna de piedra sorda
y el vientre que es el sol, el único extinto sol.
follaje entre los muslos donde ni gusanos ya viven,
porque la tierra no puede ser grata a los labios,
a esos que fueron, sí, caracoles de lo húmedo.
pie masticado días y días cuando los ojos sueñan,
cuando hacen un paisaje azul cándido y nuevo
donde una niña entera se baña sin espuma.
materia vil, vomitadora o escarnio,
palabra que pendiente de unos labios morados
ha colgado en la muerte putrefacta o el beso.
Tenerte aquí, corazón que latiste entre mis dientes larguísimos,
en mis dientes o clavo amorosos o dardos,
o temblor de tu carne cuando yacía inerte
como el vivaz lagarto que se besa y se besan.
catarata de manos de mujer con sortijas,
catarata de dijes donde pelos se guardan,
donde ópalos u ojos están en terciopelos,
donde las mismas uñas se guardan con encajes.
como la tortuga machacada por un pie desnudo,
pie herido cuya sangre, sangre fresca y novísima,
quiere correr y ser como un río naciente.
canto la dicha de amar dulces criaturas,
de amar a lo que nace bajo las piedras limpias,agua, flor, hoja, sed, lámina, río o viento,
amorosa presencia de un día que sé existe.
De “La destrucción o el amor”
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