martes, 19 de septiembre de 2017

HABITACIÓN PARA HOMBRE SOLO - Germán Pardo Garcia


 
HABITACIÓN PARA HOMBRE SOLO

 

No puede ser un  mar. La habitación para hombre solo
no puede ser un mar.
Sin embargo, detrás del cartelillo sucio que pregona
con letras ya lavadas por la lluvia: habitación para hombre solo;
y de las cortinillas pobres
colocadas con aparente felicidad
sobre cristales llenos de polvo
que el hombre solitario nombra la arena de mis playas,
existen pequeñas cosas, oceánicos atributos
que envidiaría el mar.

 
Por ejemplo: hay un faro, es decir, una luz, un candil intermitente.
Le sirve al hombre solo
para proyectar su cuerpo con vigor hacia su  mar, es decir, a la sombra.
Y mesillas de cedro que de pronto se vuelven naves
y se van cuando la habitación para hombre solo
se abre en silencio
lentamente,
como esclusa
de asordinado mecanismo.
Escúchanse entonces súplicas:
¡Adiós!
¡Volved!
¡Llevadme con vosotros!
(De este nocturno puerto enclavado en la sombra,
¡cuántos seres y cosas para siempre se han ido!)
quedan muchos otros objetos que también partirán algún día como barcas.

Por ejemplo: una silla vieja.
El hombre solitario dice
que  es su sitio de comando en su mar, es decir, en la penumbra.
Y un lecho cuyas sábanas serán un día velas.
Un lecho casi siempre solo o con un hombre alli abandonado,
como se ven los náufragos sobre el planchón podrido.
Y muchas otras cosas que pudieran ser marítimas
y ahora están allí por los rincones húmedos,
esperando el instante en que el  capitán, es decir, el huésped
de la habitación para hombre solo,
lance un profundo grito de horror y de fuerza: ¡Partamos!
Y se embarque en la sombra para siempre. ¿Hacia dónde? ¡Al misterio!
 
Germán Pardo García
De “Luceros sin orillas”

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario