jueves, 11 de mayo de 2017

SEXO ORAL


 SEXO ORAL

 
Ven aquí, déjame que atraviese tus miedos con mi dicha,
déjame que deshaga la niebla de esta noche, que fulmine tus dudas,
déjame que te nazca, que te moldee como arcilla o como piedra,
sé mi antorcha, mi faro, sé mi niño y mi padre,
hazme la señal de la cruz en el regazo, sé irreverente, excomúlgame.
Dime que soy tu pecadito, tu luz extinguiéndose,
dime que Diógenes ya no busca más con su farol
porque me halló en la noche,
y prefirió dormir conmigo los siglos que le restan.
Dime que en el poema está permitido disentir,
está permitido gritar, está permitido para mí:
 -ser de la ausencia, mutilación atómica,
dueña de la oquedad, orquesta sin batuta-,
pronunciar las palabras que me hagan libre,
desear deseos, centelleantes bengalas contra toda desidia.
Dime que me dejarás desgarrar la noche con mi alarido,
dime que conversaremos hasta extinguir
con las palabras el silencio, para hacerlo nacer después,
con el punto y coma de los besos.
Hablemos, hablemos, dime que las palabras
son un suelo firme, un elixir contra el hastío;
Exprímeme como a un fruto,
líbame hasta secar todas las humedades,
márcame con la marca invisible del deseo,
acósame, derríbame, sé mi bestia, mi dinosaurio feroz.
Sé mi enemigo venial y mi amigo mortal,
perfórame las horas,
Háblame, háblame.
Que no hay sexo más atroz que la palabra.

 
Alejandra Menassa

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