ARTE POÉTICA
Prefiere
la música a toda otra cosa,
persigue
la sílaba impar, imprecisa,
más
ágil y más soluble en la brisa,
que
–libre de lastre- ni pesa ni posa.
Que
vuestra palabra tenga un indeciso
y
equívoco paso, si lo decidís.
Nada
más hermoso que la canción gris,
donde
lo indeciso se une a lo preciso.
Detrás
de los velos, las miradas bellas.
En
el mediodía, una luz que oscila.
Un
cielo de otoño templado perfila
un
confuso azul de claras estrellas.
Matiz,
claroscuro, veladura sola.
Nada
de color. Sólo los matices.
El
matiz compone parejas felices
entre
sueño y sueño, entre flauta y viola.
Aleja
de ti la punta asesina,
la
gracia cruel y el rictus de hielo,
que
harían llorar los ojos del cielo
con
todo ese ajo de mala cocina.
Coge
la retórica y amordázala.
Sujeta
la rima, y del sentido
a
esa carambola de vano sonido,
que,
si la dejamos, ¿hasta dónde irá?
¡Ah,
la sinrazón de la pobre rima!
¿Qué
párvulo sordo, qué negro mochales,
nos
forjó esa joya de cuatro reales
que
suena a oropel hueco con la lima?
La
música siempre, y en tono menor.
Que
tu verso sea fugaz y suave,
sutil
y ligero, como vuelo de ave
que
busca otros cielos y otro nuevo amor.
Que
tu verso sea la buena ventura
esparcida
al aire de la madrugada,
que
huele a tomillo y a menta granada…
todo
lo demás es literatura.
Paul
Verlaine
“Antaño
y hogaño” 1884
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