EL HERIDO
Para el muro de un hospital de sangre
I
Por
los campos luchados se extienden los heridos.
Y
de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta
un trigal de chorros calientes, extendidos
en
roncos surtidores.
La
sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
y
las heridas suenen igual que caracolas,
cuando
hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia
de las olas.
La
sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La
bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí
donde el herido palpitante se anega,
y
florece, y se halla.
Herido
estoy, miradme: necesito más vidas.
La
que contengo es poca apara el gran cometido
de
sangre que quisiera perder por las heridas.
decid
quién no fue herido.
Mi
vida es una herida de juventud dichosa
¡Ay
de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido
por la vida, ni en la vida reposa
herido
alegremente!
Si
hasta los hospitales se va con alegría,
se
convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de
adelfas florecidas ante la cirugía
de
ensangrentadas puertas.
II
Para
la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para
la libertad, mis ojos y mis manos,
como
un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy
a los cirujanos.
Para
la libertad siento más corazones
que
arenas en mi pecho; dan espuma mis venas,
y
entro en los hospitales, y entro en los algodones
como
en las azucenas.
Para
la libertad me desprendo a balazos
de
los que han revolcado su estatua por el lodo.
y
me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de
mi casa, de todo.
Porque
donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella
pondrá dos piedras de futura mirada,
y
hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en
la carne talada.
Retoñarán
aladas de savia sin otoño
reliquias
de mi cuerpo que pierdo a cada herida.
porque
soy como el árbol talado, que retoño;
porque
aún tengo la vida.
Miguel
Hernández
De
“El hombre acecha”
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