¡Alerta, perro!...
¡Alerta!
Porque
el hombre
tal vez
no sea
más que
un sabueso
en este
coto cerrado del planeta.
y yo
pienso que él solo… este perro de caza Tiene que levantar la pieza:
“La Ley del Universo”…
Perseguirla,
darla alcance, apresarla entre los dientes y traerla,
viva
o
muerta,
a las
manos del Gran Cazador
que lo
observa todo… y espera.
Este es
el juego.
Dios es
el cazador… y la vida una caza sin tregua,
donde el
olfato del perro,
su
ingenio y su destreza
es lo
único que en este
espectáculo
interesa.
en esta
caza
el botín
no es lo que cuenta.
Lo de
menos es lo que se cobra.
Lo de
menos… la pieza.
La pieza
es el secreto, el gran secreto
que Dios
tan sólo sabe en qué lugar se encuentra.
Él la ha
escondido
para
tener al perro siempre alerta.
Acaso es
un pretexto nada más…
Tal vez
un palo sucio y lleno de algas
que ha
arrojado a la playa la marea.
Aquí el
perro es el héroe…
el perro
es el héroe en esta metafísica tragedia…
y Dios,
el gran espectador,
que
atentamente observa.
El perro
va y viene,
desgarra
la maleza,
escarba
en los barbechos,
se mete
como una comadreja
en el
túnel angosto de los topos…
A veces
levanta al cielo la cabeza
porque
piensa, ¡sueña!,
que la
caza es de alta cetrería
y lo que
hay que cazar es una estrella.
Este es
el juego
hasta la
fecha;
el
hombre, cavando pozos en la tierra
o
disparando cohetes y spútniks a las estrellas…
Y Dios…
allí esperando,
sentado
en una piedra,
en su
trono,
en la
roca más alta del planeta.
Un día
llegará
el perro a su presencia,
tal vez con un palo sucio entre
los dientes,
tal vez con una estrella.
Dará
igual.
Lo
importante es el juego…
Lo de
menos… la pieza.
Y Dios dirá: Esta es la “Ley
del Universo”:
La busca, la rebusca… la
angustiosa rebusca
que
tiene el perro siempre alerta.
León
Felipe
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