martes, 6 de agosto de 2013

Tiempo de estío: el verano, el mar, la playa


Otra Vez el Verano

El verano pone su color tranquilo
sobre todas las cosas y las hojas;
de nuevo alborota el viento
a las muchachas, cierra
los cuadernos y junta la tarde
perezosa a las naranjas.
Arena de luz la playa, tranquilo
el mar, en paz el ave, sólo el polvo
arrastra su camisa a otro lugar.
Hoy ha crecido el trigo mucho,
está la sementera en mediodía;
doble lámpara de sol y cereal.

Hoy pude ser feliz: puede tenderme
a contemplar la página del cielo,
pude oír removerse a las raíces
discutiendo con el suelo su estatura,
pude hablar con la brisa, haber
entrado al mar que me rodea
como una cintura, de qué buena
gana me habría sometido
al gobierno del ocio y sus racimos.

Pues estuve ocupado, no tengo
tiempo porque sufro; el mundo
nos preocupa; están matando todavía
al infeliz, aún le rompen
su arado al triste campesino,
aún carbonizaron en la silla
a los callados mártires sin culpa,
de qué nos sirven el tabaco
y la luna serena del estío
si nos quitaron, como siempre, el trigo.

Para qué tanto sol, tanta abundancia
torrencial, toda la vida planetaria,
si nos golpea la injusta
repartición, si la muerte
baja del cielo a los extremos
de la tierra, si la pobreza
me aleja de las flores y la fiesta,
si me obliga a estudiar
cada día mis zapatos.

Nada es nuestro todavía, qué
todo es ajeno como en una posada
y nos roban la luz en la boca
de la mina, y la placidez  de junio
con su dulce cosecha que se va
en las bodegas y hasta la alegría
de tenderme junto a ti escuchando
la sangre, como en una guitarra,
cantan bajo mi mano en tu cadera.

Se que a pesar de todo este día
volverá con su límpida hermosura,
su vegetal en apogeo, su hora
de sopor y de ternura. Volverá
la estación con su signo de cobre,
cuando seamos dueños de la vida
y la tierra, cuando el agua
nos traiga noticias y saludos
del hermano. Y nos veremos
el próximo verano, en mitad
de un año circundado de uvas
y de avena. Déjame, entonces,
tocarte en el día desnudo, déjame
hablarte enana ola del viento,
déjame marcaren el corazón el sitio
del encuentro en que nos halarán
cantando, pero no me dejes recordar entonces
que aún hemos sufrido este verano.

Jorge Enrique Adoum
Ecuador – 1926
“Relato del extranjero” 1955


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