domingo, 11 de diciembre de 2016

EL JARDÍN DORMIDO


EL JARDÍN DORMIDO

 
Cuando el sueño la abrazó, yo robé mi mano,
cubrí sus sueños,
vi la miel ocultarse tras sus  párpados,
recé por dos piernas milagrosas,
me incliné sobre los latidos de su corazón,
 vi trigo sobre el mármol y sueño.
Una gota de mi sangre lloró,
temblé…
el jardín duerme en mi lecho.

 
Fui hacia la puerta
sin volverme hacia mi alma dormida,
oi el tintineo antiguo de sus pasos  y las campanas de mi corazón.

 
Fui hacia la puerta
- la llave está en su bolso
y ella duerme como un ángel después del amor-.
Noche sobre lluvia en la calle y ningún ruido
salvo los latidos de su corazón y la lluvia.

 
Fui hacia la puerta
se abre,
salgo.
Se cierra,
mi sombra se desliza tras de mí.
¿Por qué digo adiós?

 
Desde ahora soy extraño a los recuerdos y a mi casa.
Bajé las escaleras.
Ni un ruido,
salvo los latidos de su corazón, la lluvia
y mis pasos sobre la escalera que desciende
desde sus manos al deseo de viajar.

 
Llegué al árbol.
Allí, ella me abrazó,
allí me golpearon los rayos de plata y clavel,
allí comenzaba su universo,
allí se terminaba.
Me detuve unos instantes hechos de azucenas y de invierno,
me marché,
dudé,
luego me marché.
Recogí mis pasos y mi recuerdo salado
y me marché en mi compañía.

 
Ni despedida ni árbol.
Los deseos se  han dormido tras las ventanas,
todas las historias de amor
y todas las traiciones se han dormido tras las ventanas
y la policía secreta también…

 
Rita duerme… duerme y despierta sus sueños.
Por la mañana recogerá su beso
y sus días,
y luego preparará mi café árabe
y su café con leche.
Me preguntará, por milésima vez, por nuestro amor
y responderé:
soy el mártir de las manos que,
cada mañana, me preparan el café.

 
Rita duerme… duerme y despierta sus sueños
-¿Nos casaremos?
- Sí
- ¿Cuándo?
- Cuando crezcan violetas
en las gorras de los soldados.

 
He recorrido las calles, el edificio de correos,
los cafés de las aceras, los clubes nocturnos
y las ventanillas de venta de billetes.
Te amo, Rita. Te amo. Duerme.
Dentro de trece inviernos preguntaré:
¿Todavía duermes
o te has despertado?
¡Rita! Te amo, Rita,
te amo…

 
Mahmud Darwish
Perteneciente al libro: Bodas, 1977

 

 

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