lunes, 30 de septiembre de 2024

NIEVE

 

 


NIEVE

 

La nieve empezó a caer a medianoche. Y es verdad

que donde se está mejor es sentado en la cocina

aunque sea la cocina del insomnio.

Allí hace calor, te preparas algo, bebes vino

y miras por la ventana la eternidad familiar.

Por qué ibas a torturarte por saber si nacimiento y muerte

son solo puntos,

puesto que la vida no es una línea recta.

Por que ibas a atormentarte al ver el calendario

y a preocuparte por el valor que está en juego.

¿Y por qué ibas a admitir que no tienes

ni para zapatos para Saskia?

¿Y por qué ibas a envanecerte

de que sufres más que los demás?

Aunque en la tierra no existiera el silencio

ese nevar lo habría inventado ya en su sueño.

Estás solo. Ningún gesto. Nada de qué hacer gala”.

 

Vladimir Holan

Chequia, 1905

sábado, 28 de septiembre de 2024

MUÑECAS



MUÑECAS

 

Un coro de muñecas,

cartón amable para unos labios míos,

cartón de luna o tierra acariciada,

muñecas como liras

a un viento acero que no, apenas si las toca.

 

Muchachas con un pecho

donde élitros de bronce,

diente fortuito y sed bajo lo oscuro,

muerde –escarabajo fino,

lentitud goteada por una piel sedeña.

 

Un coro de muñecas

cantando con los codos,

midiendo dulcemente los extremos,

sentado sobre un niño;

boca, humedad lasciva, casi pólvora,

carne rota en pedazos como herrumbre.

 

Boca, boca de fango,

amor, flor detenida, vida, abierta,

boca, boca, nenúfar,

sangre amarilla o casta por los aires.   

 

Muchachas, delantales,

carne, madera o liquen,

musgo frío del vientre sosegado

respirando ese beso ambiguo o verde.

 

Mar, mar dolorido o cárdeno,

flanco de virgen, duda inanimada.

Gigantes de placer que sin cabeza

soles radiantes sienten sobre el hombro.

 

Vicente Aleixandre

 

 

 


jueves, 26 de septiembre de 2024

CORAJES



CORAJES

 

Es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden

hacerse entre sí

como enormes son esos dos pajaritos parados en la rama

picoteándose

y enorme es el mismo árbol con lluvias bajo el sol

que se le ven en la cara

¿Loverá? ¿no lloverá? ¿cantarán

los pajaritos esos mismos? ¿seguirá la enorme

tristeza manando creciendo como un lago o mar

entre un hombre y una mujer?

¿Volará la tristeza entre árbol y árbol?

¿como pasos solitarios en una habitación?

¿como madréporas por aire?

¿como tablones como puentes pero desolados desamados?

Una ramita ha caído en el lago y navega

es enorme la tristeza que un hombre y una mujer pueden

hacerse entre sí

como enorme es la navegación de la ramita en el lago

mojada de su propio coraje.

 

Juan Gelman

 


miércoles, 25 de septiembre de 2024

LA CASA

 


LA CASA

 

El hombre solo escucha la voz apacible

con la mirada entornada, como si una respiración

alentase sobre su rostro, una respiración amistosa

que resurge, increíble, del tiempo ya ido.

El hombre solo escucha la antigua voz

que sus padres oyeron, en tiempos, clara

y recogida, una voz que, como el verde

de los estanques y de los cerros, se oscurece al anochecer.

El hombre solo conoce una voz de sombra,

acariciante, que fluye en los sosegados tonos

de un secreto manantial: la bebe, absorto,

con los ojos cerrados, y no parece que la tenga a su lado.

Es la voz que, un día, detuvo al padre

de su padre y a todos los de su estirpe muerta.

Una voz de mujer que suena, secreta,

en el umbral de la casa, cuando caen las sombras.  

 

Cesare Pavese

Cuadro: "La luz en las entrañas" de Miguel O. Menassa

 

sábado, 21 de septiembre de 2024

DOS NIÑOS ANHELANTES

 


DOS NIÑOS ANHELANTES

 

No. No tienen tamaño sus tobillos; no es su espuela

suavísima, que da en las dos mejillas.

Es la vida no más, de bata y yugo.

No. No tiene plural su carcajada,

ni por haber salido de un molusco perpetuo, aglutinante,

ni por haber entrado al mar descalza,

es la que piensa y marcha, es la finita.

Es la vida no más; solo la vida.

Lo sé, lo intuyo cartesiano, autómata,

moribundo, cordial, en fin, espléndido.

Nada hay sobre la ceja cruel del esqueleto;

nada entre lo que dio y tomó con guante

la paloma, y con guante,

la eminente lombriz aristotélica;

nada delante ni detrás del yugo;

nada de mar en el océano

y nada

en el orgullo grave de la célula.

Sólo la vida; así: cosa bravísima.

Plenitud inextensa,

alcance abstracto, venturoso, de hecho,

glacial y arrebatado, de la llama;

freno del fondo, rabo de la forma.

Pero aquello

para lo cual nací ventilándome

y crecí con afecto y drama propios,

mi trabajo rehúsalo,

mi sensación y mi ama lo involucran.

Es la vida y no más, fundada, escénica.

Y por este rumbo,

su serie de órganos extingue mi alma

y por este indecible, endemoniado cielo,

mi maquinaria de silbidos técnicos,

paso la tarde en la mañana triste

y me esfuerzo, palpito, tengo frío.

 

César Vallejo

Cuadro: "Aves del Paraíso" de Miguel Oscar Menassa