EL CORAZÓN EN CASA
No levantan la mirada. No hay
nada
más que el aliento gris
que emanan sus marrones,
un resuello que va
esperando arriba
y les deja rendidos al
asfalto.
Ni sueñan: no hace falta. Ni
recuerdan.
Ni desde luego intentan
elevar su plegaria a las
alturas.
¿Dios qué puede
ofrecerles?
¿Qué puede ofrecer a nadie
un mendigo
que va pisando charcos sin
ser visto?
Pequeños, sometidos,
al ritmo de unas músicas
paganas
y en una ratonera de
edificios,
celebran naderías.
Mientras sigan rodando los
días con sus noches
y no vuelvan a descubrir
el cielo,
será mejor así: los párpados
caídos
y el corazón en casa.
Leopoldo Alas Mínguez
Cuadro: "Una luz en casa" de Miguel Oscar Menassa
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