EN EL
BORDE
Mi corazón avanza sin miedo por una esencial contradicción. Mi corazón
alegre y aterrado, que baila con la flauta del mentiroso y se detiene ante una
piedra desconocida.
Yo siembro en el campo de tu inmensidad. Oh insólita a quien la
noche sorprende, como yo, lejos del reino de la noche.
Yo no estoy en el camino de los que detonan el universo y los que
se deshacen por su cuenta, yo no quiero elegir entre los acuarios y el Mar
Muerto.
¿Acaso no puedes, todavía y siempre, compartir este verano, en
medio de los árboles gigantes, hecho por nosotros y hecho para nosotros, que
todo le debe al dolor y nada debe al dolor, y en el que moriremos sin
protocolos inútiles?
¡Todo un anillo de terror, como un incendio, en medio de la
claridad que abrimos, trémulos privilegiados, para perdernos más intensamente!
El viejo cuyo rostro es apenas visible, a quien espera la mañana.
La niña de simples movimientos que salta de eternidad en
eternidad, bajo las amenazas del litio. Estos son mis cimientos.
Aquello de que huyes es el poema. Aquello que te detiene y te
espanta, es el poema.
Él quiere pasar por aquí, eso es todo.
Desasosiego: tu sosías escapa, en tanto tú te paralizas. La rosa
desgarrada en la
noche del monstruo. Y las estrellas brillantes.
Rostro fugaz en la tormenta, tu ausencia yo ya la conocía, tu
ausencia, el viejo
abismo tenebroso. Buena suerte, rostro perdido en la tormenta.
Cuando yo cierre los ojos, mi amor, los abrirás al otro lado del
tiempo.
En suma, yo tengo una patria, leve posesión. Una patria oprimida
por la ingratitud y el olvido, la dimisión y la negligencia.
Cuando me sueltan, y vuelvo allí, yo amo.
Abre, Sésamo, la puerta de mi casa. Allí, donde reina la lámpara
del hombre, yo
ceso y recupero lo esencial. Yo soy el grillo que a saltado a la
noche.
La soledad comienza donde los otros, el miedo en la mirada, se
terminan. Vuelves a tu peña junto al
mar, que la tormenta visita y los espectros prefieren. ¿Cuántos rostros
borrados hoy, apenas comenzadas las ceremonias del alba? ¡Ah, el
encuentro es difícil cuando todas las cartas están sobre la mesa! ¿Pero
a quién
hablas, sino al amor, magnolia lúcida que todo te olvidas?
En mi campo de honor yo siembro. En mi campo de tinieblas me
maravillo.
Aprende de los niños, esos desterrados de la noche, que en su
noche más vasta se abandonan y vuelven como rayos a la realidad.
Raúl Gustavo Aguirre
Cuadro: "Alli te espero" de Miguel O. Menassa
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