PÁLIDA
CIUDAD
Es ésta una ciudad donde el invierno
se despide con estos plumosos del otoño
y los semáforos
confunden puertos y ciénagas, con su luz.
Húmeda recorro la piel del que duerme destinos ocultos.
Pálida ciudad
hoy no amaré a nadie
vine a morir.
Cuando el sol cae cobarde y lentamente
no deseo verdor
sólo estas notas lentas.
En la desolada ciudad tuve un amigo
con una piedra en forma de lagarto
latiendo en el centro de su cuerpo.
Vivimos juntos en medio del asombro.
La guerra, aguas y espejos
y pequeños relámpagos.
Mi padre espera en la ciudad terrible
cruzó todas las puertas para morir
cavando una zanja o plantando soles
o ardiendo de noche mientras atravesaba a nado alguna
acequia.
Mi padre es triste las tardes de domingo
cuando miramos del brazo interminables túneles
y vuelve a confesar que me ama
que ama mi ciudad.
Muere mi padre muerto, tornado de mi brazo.
Nunca hubo realmente reinos
y el poder era música,
olvidaré al abuelo indio azotado hasta morir
y ése
ciertamente
es mi gesto de tristeza.
María Chévez
Cuadro: "Deseo los colores" de Miguel O. Menassa
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