EL ÁNGEL
Me he levantado,
he cubierto mi mesa con su tapete verde
y me he sentado cuidadosamente a deshojar
esta pequeña flor. Todo empezaba así.
Todo menos la muerte,
menos la vida,
el amor o el
odio.
Todo empezaba así,
la pasión de morir,
de vivir,
de amar, de odiar.
Oscuro jugador,
frente a mí el ángel
con su terrible luz,
su espada,
su abrasadora verdad.
Yo tenía solamente una flor.
Al sí y al no
jugaba contra el ángel,
jugaba al sí y al no,
al siempre, al todavía.
Pero tú conocías,
adversario cruel,
todas mis suertes.
Nada te delataba,
separado de mí
por una mesa
con su tapete verde,
una pequeña flor,
toda la muerte.
Fue larga la velada.
Al fin me diste un nombre.
Yo tenía una flor,
tú una espada de fuego. Yo
la sola libertad de querer tu victoria.
José Ángel Valente
Cuadro de Miguel O. Menassa
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